por Fuensanta Pérez Orona
“Primero los pobres”, “abajo la corrupción”, gritaba el ahora presidente de la República en todos sus eventos de campaña por diferentes puntos del país, gritaba como si con vociferar cada idea o palabra que saliera de su boca se convirtiera en verdad; hoy a poco más de tres años de que inició su gobierno, la realidad, la cruda y siempre certera realidad, nos ha mostrado que por más decibeles y furia que que un político ponga en sus gritos, los hechos nos dirán siempre mucho más.
Los diferentes programas de transferencia monetaria que ha estado implementando, han dejado mucho que desear. Diferentes medios de comunicación y muchas voces sensatas han dado a conocer las irregularidades cometidas en su operación, mismas que se ha pretendido acallar con sus discursos vociferantes el presidente de la República
Hablemos por ahora, de dos de ellos, quizá los más mencionados: “Jóvenes Construyendo el Futuro” y “Sembrando Vida”. Para el primer caso la Auditoría Superior de la Federación (ASF) dio a conocer, haciendo corte en febrero del 2021, que del recurso destinado a este programa se encontró que se otorgaron 47 becas con un monto total de 507 mil 600, repartidas y registradas a nombre de ciudadanos que se emplean como “Servidores de la Nación”, es decir, para empleados del personal administrativo que trabaja bajo las órdenes del presidente Andrés Manuel López Obrador, y cuya única función, además, es implementar los dichosos programas sociales. Eso por un lado.
Por otro, se encontraron más de 5 millones de pesos registrados en pagos de becas hechos ¡a becarios ya fallecidos!, así como inmuebles que habían sido registrados como Centros de Trabajo y que al momento de hacer la investigación, lo único que existía eran locales vacíos y abandonados, y todavía más: numerosos casos de usurpación de datos de diversas empresas que realizaron las actividades de capacitación. Estos datos, claramente, han sido dados por buenos en este gobierno. Esta información fue dada a conocer en el portal de El Financiero.
El segundo programa, “Sembrando Vida”, ha mostrado de igual manera irregularidades que han salido a la luz pública. El medio digital Expansión Política dio a conocer que, desde que se puso en marcha este programa, se han interpuesto un total de 97 denuncias en contra de funcionarios, mismas que van desde irregularidades administrativas hasta proselitismo político, pues se ha condicionado el apoyo al pueblo para que aplauda los disparates que al señor presidente se le ocurren un día sí y otro también.
Las denuncias interpuestas por los campesinos que se han atrevido a alzar la voz, no han recibido ningún seguimiento, pues de esas 97 solamente tres se concluyeron, pero fueron igualmente archivadas “por falta de pruebas”; pero, en contraste, con las investigaciones contra esos funcionarios se han despedido ya a 51 mil campesinos del programa. ¿Cómo de este lado, del lado del pueblo, se encuentran inmediatamente las pruebas para acusarlos, mientras del lado de los funcionarios no se encuentra nada? ¿Será verdad que no hay nada qué investigarles? No lo creo.
Ya para nadie es novedad que todo aquel que se atreva a refutar o siquiera analizar las ideas del presidente, y que no acate sus órdenes al pie de la letra, es castigado y linchado públicamente en el caso de los más reconocidos, pero por debajo, en las sombras, a ras del suelo, la cosa no cambia, pues también se castiga a quienes alzan la voz y tratan de luchar por mejorar y recibir mejores condiciones.
Con todos estos datos vuelve a mi mente nuevamente el autor de cuentos Hans Cristhian Andersen que ya he citado en escritos pasados; aparece ahora con el cuento “El traje nuevo del emperador”, historia que narra que un rey pedía el mejor de los vestidos para una fiesta, por lo que llegan hasta él dos charlatanes quienes piden y piden telas de seda, joyas, oro y plata para fabricar la vestimenta; la única condición que ellos tenían era que durante el proceso nadie podía ver el traje. Los días pasaban y ellos seguían pidiendo. Al momento de entregarlo advirtieron al rey: “Su majestad, solo quienes son verdaderamente sabios e inteligentes podrán ver este traje”, y el rey, para no quedar como un tonto, fingió sorpresa cuando le presentaron lo que se había “confeccionado”, un supuesto traje que no existía, pero
había que reconocer como tal y aplaudir la inexistente prenda, para no quedar como tonto frente a los demás; y así, siguiendo su ejemplo, todos sus cortesanos, lambiscones y allegados fingían sorpresa y elogiaban el pretendido traje, pues tampoco querían quedar como tontos.
Al día siguiente, cuando el desfile comenzaba, en el pueblo ya se había corrido el rumor de ese traje “mágico”, y salió el rey, completamente desnudo, montado en su caballo. Pero nadie decía nada. Ya a mitad del recorrido, un inocente niño gritó: ¡el rey va desnudo, el rey va desnudo!, y todos cayeron en cuenta de que, efectivamente, el rey recorría su ciudad completamente desnudo sobre un caballo.
Así va nuestro país, viendo a un presidente completamente desnudo, haciendo y diciendo disparate y medio, y sus allegados, sus cortesanos, quienes le rinden pleitesía, fingen ver ese traje en este caso de ideas y propuestas inexistentes; solamente quienes no creen a ciegas todo lo que dice, quienes conocen la realidad, quienes la viven y sufren se atreven a gritar ¡el rey va desnudo!
Y este traje sigue sumando y consumiendo joyas y sedería, ahora con la salud. La pandemia, bien se ha dicho ya, trajo consigo consecuencias graves, una de ellas, el aumento en el gasto entre las familias mexicanas. Con la desaparición del Seguro Popular y la invención del INSABI, este año millones de mexicanos tuvieron que sacar y exprimir más sus bolsillos para poder atenderse; van aquí algunos datos publicados por El Economista: la atención hospitalaria entre los mexicanos pasó de consumir 323 a 405 pesos al año, un incremento del 25.5 por ciento; los medicamentos sin receta pasaron de 323 a 632 pesos, en el mismo periodo un 68 por ciento y la atención primaria ambulatoria pasó de mil 659 pesos a 2 mil 363, 36.4 por ciento. En total el gasto de cada familia en salud aumentó en un 40 por ciento, pasando de un promedio de 2 mil 358 a 3 mil 300 pesos.
Con estos datos que nos muestran como los programas del presidente han fallado garrafalmente, se dio a conocer en semanas pasadas la última ocurrencia del señor: la federalización de la salud. Este nuevo proyecto quiere iniciarlo en los estados de Nayarit y
Tlaxcala, dos de los más pequeños del país y lo dio a conocer como lo hizo con los anteriores en campaña, con bombo y platillos. ¿No será acaso una tela de seda más como en nuestro cuento del rey?