Que pereza escuchar las máximas electorales que se abordan desde la importancia de la juventud: “los jóvenes son el presente y el futuro de México”. No existe mayor falacia política que aquella que establece que un sector de una sociedad tiene en su propia naturaleza la determinación del todo social. Los jóvenes no son ningún futuro, porque en esa medida habría que disponer que las niñas y niños de hoy serán los jóvenes del mañana y entonces la importancia se movería de sitio y la niñez seria la base del futuro de la sociedad mexicana que de hecho en esencia lo es, el problema: los niños no votan.
Durante muchos años la política electoral ha definido el valor de las juventudes en torno a la necesidad de que a este sector le llegasen las oportunidades necesarias para su desarrollo; con el tiempo esta necesidad se modificó para generar una apertura política para que los jóvenes participaran activamente en política; hoy en día son jóvenes los que abordan la necesidad de construir una política con una visión arraigada a la naturaleza de su propia edad. ¿No lo cree? Vea los spots de jóvenes, de cualquier partido, de cualquier género, su esquema es simple: “elígeme porque ahora los jóvenes tomamos decisiones”: no hay nada peor que definir un modelo de gobierno tomando como base algo tan pasajero como lo es el intervalo de edad en la que un adolescente se convierte en joven para pasar a ser una persona adulta. Imagine usted que este país solo produjera políticas públicas, programas de gobierno, legislación para ese número de mexicanos que está entre los 15 y 24 años de edad (ONU), la visión es sesgada, por no decir absurda. Pero finalmente es política electoral, en el 2024 15 millones de jóvenes votaran por primera vez, la cantidad es tan basta que hay que señalar que ese número fue el mismo que eligió a Enrique Peña Nieto en el 2012.
La juventud política si debe hacer algo, debe generar los valores de reconciliación que la política de los más experimentados no han podido lograr. Los jóvenes empezarían con el pie derecho si su exigencia en la política fuese apartidista, no ligada a los intereses de la continuación o desmonte de la del régimen actual sino en la búsqueda de una agenda
que sea independiente del que resultara electo, porque si la visión se vuelve de juventud política de partido en ese momento los jóvenes se centrarían en disminuir a otra juventud que piensa distinto a ellos, algo que ya hacen los que llevan más años en la política ¿o no? Fifís, chairos, conservadores y entonces ¿cuál cambio?
Hoy en día los jóvenes son carnes de cañón en los semáforos con banderas partidistas, son emblemas de cercanía social (por eso vemos a los políticos haciendo tonterías en tiktok), son la idea de políticos que quieren entrar en un juego que ellos mismos reconocen como empantanado. Un joven político que solo tiene la inquietud de verse en los espacios de toma de decisiones, solo es un joven que tiene como ejemplo a aquellos que tienen los peores vicios con lo cual terminarían siendo el reflejo de lo mismo.
La juventud que quiera entrar en política, y quiera realmente hacer valer su momento de frescura política: debe ser apartidista, lo cual le daría la oportunidad de reconciliar al sector y al mismo tiempo a la política; debe ser resultado de la educación, con lo cual demostraría que el camino correcto del que toma las decisiones es la preparación; debe ser prudente, para entender los momentos y entonces generar la fuerza necesaria en su voz para evidenciar, demostrar y exigir; y, debe ser trabajador, no en la carrera del servicio publico o de la atención ciudadana, sino en la búsqueda continua del desarrollo social de su comunidad. El joven político no debe hablar por la juventud, debe reconocer que la política la hacen todos porque todos valemos, no contamos.
CCC 13:10