Para las y los ciudadanos dotan de esperanza, renuevan la confianza, brindan fé, inspiran, reafirman ilusión. Presagian mejores tiempos y como si fuera por arte de magia, sus vidas cambiarían una vez que las y los candidatos asuman sus responsabilidades que el voto popular les ha conferido una vez que las promesas de campaña se hayan cumplido.
Esas promesas que resultan incluso dogmas de fe, doctrinas evangélicas que pretenden confundir en aras de ganar la confianza del ciudadano en las urnas este próximo domingo 2 de junio.
Una vez más, como cada 3 años y más intensamente, como cada 6 años, hemos sido testigos de un derroche de spots publicitarios, de volates, de imágenes, rostros, gestos, poses, estrategias, promesas y no pocas mentiras, demasiada simulación y sobre todo, mucha esperanza estéril.
No importa que las facultades y competencias conferidas en la ley vigente les impida realizar lo que en territorio se promete y compromete, lo importante es decir algo, lo importante es generar conexión, entender, mirar fijamente a los conductores, a los ciudadanos, a vecinos de las colonias, a los ejidatarios y con unos segundos estrechando mano, generar el efímero vínculo que promete, que inspira, que convence.
¡Cosa curiosa las campañas políticas! Los que las hemos vivido, sabemos de lo que hablamos. Para los actores políticos el periodo de campaña electoral también es una promesa de mejora individual, de esperanza por la gloria social, por el avance político y en su caso, el encumbramiento.
No hay calor que detenga, no es demasiado temprano para estar en lecherías, no hay colonia ni tenencia lejana, no hay suficientes saludos de mano, el cansancio se esfuma, no existe el hambre ni la sed.
Sólo la ilusión por avanzar una puerta más, pegar un microperforado más, un saludo de mano más, siempre bajo la ilusión de poder llegar a esa curul, a esa posición. Ambición sobre todo lo demás y ese ego gigantesco que alimentar, la campaña política es el espacio donde el político se siente más cómodo: “Prometer no empobrece” reza el dicho.
También la sabiduría popular dice que puede ser un gran candidato y un mal funcionario y viceversa, un gran funcionario y mal candidato. Pocas veces se equilibran ambas nociones, y en Morelia, la tenemos en la figura de Alfonso Martínez Alcázar.
Pero todos los candidatos que ganan en las urnas el voto popular se transforman indefectiblemente en funcionarios, se deben a la población que los eligió y también a la población que no los eligió.
Deben cumplir con lo que expresamente la Ley les faculta, gestionar, dar resultados, cumplir con ética, transparencia, honorabilidad dentro y fuera de la oficina su cargo, su encomienda. ¡Alto honor es servir a Morelia, a Michoacán y a México! ¡Es el honor de una vida, el servir a la gente! El problema radica en que al llegar al cargo, hay que cumplir con la Ley, hay que trabajar, dar resultados y a diferencia de la promesa de campaña, donde no hay auditoría ni evaluación ni cuentas que rendir, en el cargo sí hay auditoría, si hay evaluación y sí hay cuentas que rendir, por eso, la campaña política es el espacio más cómodo, aunque éste sea incómodo. Al final, solo son 90 días en lo federal y 45 días en lo local, por 3 o 6 años de fuero, altos salarios, ayudantía, foco mediático, influencia, pero sobre todo, poder.
Dentro del océano de propuestas y perfiles también encontramos congruencia, capacidad, experiencia, vocación, causa y propósito. En Morelia Alfonso Martínez Alcázar representa estas cualidades y abandera como prioridad el medio ambiente, la seguridad pública y la gobernabilidad. Así lo ha hecho durante 9 campañas políticas y 25 años de servicio público. Se ha sabido rodear de afines que comparten una visión y un anhelo por vivir en una mejor Morelia y juntos han acumulado años de servicio público consistente, que aunque falte mucho por hacer, y aunque la distribución de competencias en el ámbito estatal y federal sea un entramado complejo de coordinación, sobre todo en los últimos 5 años y fracción, Alfonso Martínez y su equipo han sabido administrar con honestidad y transparencia los recursos públicos en beneficio de las y los morelianos. Morelia es la casa de todos, es donde soñamos, vivimos, sudamos, sangramos, respiramos y nos orgullecemos.
Morelia merece el mejor perfil, un demócrata, que sea moreliano y que verdaderamente ame a la capital michoacana.
El periodo de campañas ha terminado y el tiempo de evaluación de perfiles y candidaturas ha llegado. Como ciudadanos debemos acudir a las urnas con nuestro voto bien reflexionado y meditado. Ejercer nuestro derecho al participar de la fiesta de la democracia más importante de nuestra era es nuestra responsabilidad. Acudamos en familia, con nuestros vecinos, conocidos, compadres, socios, colaboradores.
México nos necesita. No hay otra oportunidad. El momento es ahora.
baf 16:25