Tan solo 20 pesos bastaron para abrir la puerta a un pasado de horrores. Y a una necesaria recuperación histórica.
Eso fue lo que se gastó la periodista Vanesa Robles en un mercado de pulgas, el tianguis de Polanco, mientras buscaba ropa para su tienda vintage, cuando se encontró con varios trajes de gendarmería. Al inspeccionar su interior, en uno de ellos descubrió una nota de tintorería que indicaba quien era el dueño original de ese atuendo: Arturo Durazo Moreno, mejor conocido como “El Negro”, quien fuera jefe de la policía capitalina en el sexenio de José López Portillo y que se presume formó parte de las brigadas blancas represoras de movimientos sociales en los años sesenta y setenta.
Esta será una de las piezas que formará parte de la exposición “Vestir (la Guerra Sucia) la represión”, que del 19 de agosto al 13 de septiembre estará en la Galería Universitaria del ITESO, en la que los visitantes podrán entrar en contacto con archivos sonoros, audiovisuales, documentales, fotográficos e incluso con indumentaria de la época, una de las más cruentas de la historia reciente del país, con material recuperado del periodo 1968-1978.
“Esta es una exposición viva, de sí tocar, sí ponerte, sí abrir y sí intervenir”, explicó Robles, quien forma parte del equipo del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, SJ (CUDJ) del ITESO.
El periodo de la represión comenzó desde los años cincuenta y se extendió hasta los años noventa, aunque su mayor auge fue después de la matanza del 2 de octubre de 1968, cuando varios jóvenes decidieron tomar las armas y sumarse a movimientos guerrilleros tanto rurales como urbanos. En este tiempo se habló de grupos como la Liga Comunista 23 de Septiembre, la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria o la Brigada Campesina de Lucio Cabañas, cuyos miembros fueron víctimas de desaparición forzada de parte del Estado mexicano.
La muestra se pensó desde distintas voces: las de las víctimas, surgidas de un taller realizado en colaboración con la organización Artículo 19 en el que se convocó a sobrevivientes y familiares de personas desaparecidas durante el periodo de represión de los años setenta: “había gente que no había hablado de lo que le pasó, entonces decidieron grabar unas cartas sonaras, dirigidas a ellos mismos o a sus parientes desaparecidos o ejecutados”.
También se incluyó la voz de los perpetradores, “una voz que siempre es ignorada pues se privilegia, con mucha razón, a las víctimas, pero ellos tienen mucho que decir”, consideró Robles. Lo que dijeron está en archivos policiacos desclasificados en 2012 cuando la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero los exigió – aquí se incluyen fotografías de documentos en posesión de las entonces Dirección Federal de Seguridad (DFS), Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), Secretaría de la Defensa Nacional y otras organizaciones policiacas.
“Estas personas utilizan eufemismos para referirse a las personas torturadas, ejecutadas y desaparecidas e incluso arrojadas al mar durante los vuelos de la muerte”, mencionó Robles. En los textos se refieren a “paquetes” por personas detenidas o a “interrogatorio severo y estrecho” para referirse a tortura, por ejemplo.
Además, se solicitó al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, AC (Centro Prodh), el corto documental Vuelos de la muerte, una reconstrucción audiovisual, que retrata los viajes de exterminio que partían de la base aérea militar Pie de La Cuesta, en Acapulco, Guerrero.
El acervo fotográfico fue compartido tanto por Artículo 19 como por la Fábrica de Periodismo –que facilitó los archivos visuales de los vuelos de la muerte que están en su posesión–, y por el Comité 68 Pro Libertades Democráticas, que tienen los derechos de al menos 200 fotos de la represión –incluidas las que utilizó el director mexicano Alfonso Cuarón para reconstruir escenas en la película Roma.
“(En el caso del Comité 68) nos contó uno de sus integrantes que fue torturado durante ese periodo, que identificó un archivero en un baratillo, entre la CDMX y el Estado de México, idéntico a los que había en el lugar donde lo torturaron. Al comprarlo lo abrió, y descubrió que estaba lleno de documentos y fotografías inéditas, tomadas por los perpetradores”, narró.
También algunas de las fotos son de Jalisco, entre ellas una que pertenece al periódico El Informador, sobre la detención de Jorge Reyes Mayoral –publicada el 27 de agosto de 1977–, padre de Rubén Mayoral, un joven militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Brenda Valdés Rosas, responsable de la Galería Universitaria del Centro de Promoción Cultural del ITESO, explicó que la idea de este proyecto nació durante la pandemia por Covid 19, cuando le tocó compartir espacio con Robles como como profesoras de la asignatura de Espacios Museísticos.
“Llevamos tres años trabajando juntas combinando temas de arte, museos y derechos humanos, a través de lo que llamamos ciclos de reflexión ‘Museos en la actualidad’, y hacemos uno cada semestre. Este es un tema que no es solo relevante para muchas personas, sino que, desde el CUDJ, tienen un área de trabajo y de investigación específicamente sobre desaparición, tortura y ejecución de personas”, explicó.
Para Valdés el asunto es relevante, pertinente y urgente de tratar para la comunidad universitaria, se trata de conectar con las nuevas generaciones, de concientizar, empatizar y saber que este tema no está tan lejano, pues la desaparición forzada sigue siendo un problema vigente.
“En ocasiones, en otros lenguajes es difícil de socializarlo entre la comunidad, y lo expositivo creo que da para diálogos y reflexiones, para invitar a gente de diferentes áreas de la universidad. La expo va a tener indumentaria para verse, que va a ser expuesta y que va a tener detalles no solo de la prenda en sí, sino elementos históricos de ese periodo, y va a haber otra que se podrán poner los visitantes, para sentirse en la piel de las personas jóvenes de entonces”, dijo.
El diseño sonoro corrió a cargo de Gil Domínguez, productor radiofónico y profesor del ITESO, con quien Robles ha trabajado anteriormente, y quien creó una amalgama (escultura sonora, le llama) con distintos niveles que incluyó sonido ambiental, comerciales de la época y las voces de las personas que grabaron las cartas en el taller antes mencionado. Todo ello se va a reproducir de modo independiente desde distintas bocinas generando una ambientación dinámica.
baf 12:21