Vivimos días que no pueden ser explicados desde la prudencia, días en que la razón ha sido asaltada por la lealtad ciega y sobre todo por la ignominia de la política. Repetir sin cesar las verdades dichas desde palacio nacional con el gesto despreocupado, con aires de grandeza moral y sobre todo con firmeza certera que pondría a temblar la ley de gravedad no hacen más que dañar la ya tan denostada sociedad, esa que teje su cercanía con empatía, con humanidad, esa que poco a poco permitía la siempre natural discordancia de opiniones, para pasar a una sociedad de pueblo mexicano y otra que no es pueblo sino títere (la visión de cual es cual, depende mucho del espacio en el que te encuentres).
Definir que se deben eliminar una serie de fideicomisos porque están vinculados al lujo y el despilfarro del dinero público, es igual o peor que definir una verdad solo porque yo la digo, sin sustento, sin nada en que fundarla solo mi tan alta gloriosa percepción. Desde estas letras vale la pena decir que no estamos abordando una posición con respecto a la forma en que se han derrochado recursos a lo largo de los años por los gobiernos mexicanos, nadie queda exento o contestemos esto: ¿Cuánto cuestan los conciertos que hacen los gobiernos? ¿Cuánto cuestan las marchas al zócalo y los templetes? ¿Cuánto cuesta pintar bardas y poner espectaculares? ¿Cuánto costó cancelar el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México solo porque en una consulta popular bastante limitada así lo sugirió? ¿Cuánto cuesta hacer una refinaría o un tren maya? (estos últimos sin consulta). Nuestros recursos son derrochados todos los días en salarios (jóvenes construyendo el fututo) que no generan empleos y en becas educativas que no fomentan el desarrollo educativo del país. Lo que estamos abordando es que no pueden promoverse acciones políticas desde la simpleza; mucho menos permitirse estar repitiendo las mismas barbaridades, pues el elogio desmedido es solo la señal de un pensamiento limitado y fracturado por el poder.
¿Cuántas veces no hemos escuchado personas que solo repiten lo que los lideres afirman? ¿cuántas veces no hemos visto que en los hechos las palabras solo siguen siendo un medio de persuasión para manejar el resentimiento de un sector de la población? pues afirmar ser austero no va ligado a hacer fiestas que resaltan por los lujos y esas por lo menos en este sexenio ha habido varias.
Es aquí cuando la inteligencia cobra un sentido patriótico, hoy defendemos el derecho de todo mundo de decir su opinión, pero la ponemos al mismo nivel que la del especialista, y ese es un error que nada tiene que ver con la democracia, aunque así se quiera vender. La inteligencia no podemos definirla desde un lado opositor del poder, pero si se define desde la capacidad de ejercer un pensamiento propio que pueda avalar al mismo poder o ir en contra de él. El decir “es un honor estar con obrador” es igual a afirmar que el pensamiento está limitado a repetir, a exigir y castigar lo mismo que el redentor de la verdad proclame, es decir poner en pausa la capacidad de pensar, esa que nos hace seres racionales y que nos quita la posibilidad de cosificarnos.
El poder ejercido desde la virtud se legitima de un pueblo que le exige y le critica, un pueblo que piensa. El poder que se ejerce para establecerse es aquel que limita al individuo y lo hace un producto intermediario para lograr cimentarse. En el primero el poder entiende que el fin siempre es su sociedad a la que hay que nutrir de conocimiento. En el segundo la sociedad es un mal necesario que le permite dependiendo de sus desigualdades avalar la lucha constante del poderoso. Cuando esto surge solo la inteligencia y la prudencia nos pueden sacar del hoyo.
CCC 15:24