- “El dolor que padece nuestra sociedad se multiplica incesantemente a causa de la violencia y de la evidente incapacidad del Estado para contenerla. Una sola vida dañada o arrebatada es suficiente para seguir exigiendo el fin de la violencia”, escribe Alexander Zatyrka, rector del ITESO, al recordar a sus hermanos jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, asesinados en Cerocahui hace un año cuando intentaban proteger a un guía de turistas.
Hace un año, en la comunidad de Cerocahui, Chihuahua, fueron asesinados los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, así como el señor Pedro Palma, a quien trataban de proteger. Con su sacrificio, nuestros hermanos dieron cumplimiento a las palabras del Evangelio: «Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por sus amigos» (Jn, 15:13). Con este acto de entrega, culminaron la misión a la que habían sido encomendados en la Sierra Tarahumara, una de las zonas de nuestro país que más marginación y abandono ha padecido a lo largo de la historia.
Desde aquel triste día, quienes formamos parte de la Compañía de Jesús y de sus obras nos hemos unido aún más al dolor que todos los días sufren decenas de miles de personas en este país afligido. Y, al mismo tiempo, hemos encontrado consuelo y ánimo en el recuerdo de Javier y Joaquín, en los frutos de su trabajo y en la convicción de que debemos seguir su ejemplo.
Tras esos hechos, en el ITESO nos propusimos una serie de acciones que, a partir de la reflexión, nos permitan incidir de modo activo en la construcción de paz en nuestra sociedad. La Jornada Universitaria por la Paz con Justicia, que celebramos en agosto de 2022 en conjunto con el Sistema Universitario Jesuita, así como las Jornadas Universitarias por la Paz: Arte y Espiritualidad, en marzo pasado, han sido ocasiones especiales para buscar que esa reflexión fructifique y refuerce nuestros lazos como comunidad.
El dolor que padece nuestra sociedad se multiplica incesantemente a causa de la violencia y de la evidente incapacidad del Estado para contenerla. Una sola vida dañada o arrebatada es suficiente para seguir exigiendo el fin de la violencia. La grave situación de desapariciones y asesinatos en nuestro país es de tal magnitud, que también debemos combatir la indiferencia como sociedad, porque constatamos el riesgo de que veamos como algo normal esta realidad inhumana, que nuestros corazones se endurezcan y perdamos la convicción de que una vida justa y en paz es posible.
Ante ello, renovamos nuestro compromiso por encontrar y construir todas las posibilidades para la esperanza. Nos preguntamos con seriedad a qué estamos llamadas y llamados para construir un presente y un futuro mejores. En esta misión, encontramos fortaleza en el recuerdo de todas las personas que hemos perdido, cuya memoria honramos con nuestra dedicación a convertir en realidad tangible nuestra esperanza.
Alexander Paul Zatyrka Pacheco, SJ
Rector del ITESO