Por: Guillermo Calderón.
Solo es una reflexión que pretende impulsar el
mundo de las ideas, los valores y las actitudes.
El título de esta columna no es parte de un texto melodramático de una telenovela; mucho menos puede considerarse un grito de batalla auténtico. Se trata, únicamente, del falso intento por hacer de un nervioso balbuceo, una acción lapidaria. En realidad, es una rendija por donde se asoma una sínica intención de negociar. Son las palabras del presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), enviando un mensaje cifrado para el “buen entendedor”, ante el riesgo que corre de ser llevado a un proceso parlamentario de desafuero y de allí a uno judicial.
Los traidores no se hacen de una noche a otra, siempre acechan en los momentos de las oportunidades. Seguramente, antes de que cante el gallo, veremos una nueva Yolanda entrar en escena. Ni siquiera Alejandro Moreno tiene el valor de exponerse más; prefiere que sus correligionarios lo hagan por él. Hace tiempo que este personaje agotó el poco saldo de credibilidad que le quedaban a sus palabras. Ya no da para más, da para menos. Solo es cuestión de esperar para saber a quién intercambiará ahora, para salvar su pellejo.
Demasiadas cosas inmediatas hacen del PRI, un partido carente de confianza. Es la organización política con el mayor desapego social, como no existe con ninguna otra. Les caería muy bien recordar aquella advertencia de Cicerón sobre Catilina: “No faltan en este
lugar quienes no ven los peligros inminentes, o viéndolos, hacen como si no los viesen”. Les ha hecho falta la congruencia y una muy buena limpieza en casa.
Para poder recuperar algo de la confianza ciudadana, el PRI, debe empezar por corregir sus incongruencias y comportarse cuando menos con un poco de decencia. Lo primero que necesitan hacer, es enterarse porque han perdido esa confianza, que busca el electorado de los partidos y que pueden ofrecer para frenar el desapego que recae en ellos.
Sin embargo, hay señales muy claras de la sociedad que les indican, las tres tareas inmediatas por realizar: ser creíbles, ser limpios y hacer limpieza en casa.
Ser creíbles no es un reto que les exija mucho, todo lo contrario. Solo requieren pisar el mismo terreno que pisan la mayoría de los ciudadanos, acudir a donde la gente está y responderle con resultados. Otra cosa que podrían hacer es renunciar a esa idea tan arraigada que consiste en que el poder, solo le pertenece a una minoría privilegiada, de apellidos y con dinero. Y frente a la corrupción u otros asuntos que salpiquen a la honorabilidad de su partido, es necesario que den un paso al costado y permitir que los procesos contra cualquiera de sus miembros, incluyendo el de su presidente, se integren, investiguen y se procesen conforme a derecho, ya que de lo contrario se asumen como cómplices.
Por lo que respecta a la limpieza política que la sociedad reclama de ellos, es importante recordarles que esta inicia en el comportamiento ético de cada uno. Actuar con limpieza implicaría
acabar con su acostumbrado juego de máscaras, aunque sus máscaras sean sus propias caras.
No es necesaria una careta política cuando se actúa con hipocresía. Basta de virajes cubiertos con falsas evidencias, cómo cuando, en el Congreso, votan en abstención, según para oponerse a las acciones que afectan a la sociedad, pero en realidad esos votos de acuerdo con la praxis parlamentaria se contabilizan a favor -ellos lo saben bien- pero lo anuncian como un acto de defensa, cuando en realidad, se trata un acto de sumisión y traición a la sociedad.
El problema del partido tricolor es que sus carencias se le notan demasiado, que sus máscaras revelan más de lo que intentan ocultar. Podríamos decir que, prácticamente, caminan desnudos.
Bueno, y sobre la limpieza en casa, no hay mucho que decir, lo deben tener claro, existe una urgente necesidad de realizar una limpieza profunda dentro de esa organización política. Si es que la seriedad les da para ello, podrían intentar tomar medidas claras y reales, desde iniciar procesos de expulsión de ciertos personajes con pasado oscuro, aun a costa de un mayor adelgazamiento partidario; hasta realizar las acciones y cambios estatutarios necesarios que profundicen en las trayectorias y perfiles éticos de sus líderes y candidatos.
La receta es clara, creíbles, limpios y la casa limpia. La cuestión aquí es que quieran empezar, si es su deseo recobrar un poco de la confianza que la sociedad les ha negado y seguirá negándoles. Si no cambian y si no actúan de manera distinta, en las elecciones del próximo año del Estado de México y Coahuila se agudizarán las percepciones de distancia entre lo que son y lo que pretenden ser.
Ahora, mis preguntas finales: sobre la confianza que ha perdido el revolucionario institucional ¿Con cuál de los ingredientes empezaran? ¿Quiénes se atreverán a sumarse al juicio de desafuero? ¿Hasta cuándo Alito?
Hasta aquí con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.
Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política. Twitter: @gmo_calderon / Facebook e Instagram: Guillermo Calderon Vega
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