por Alejandro Carrillo Lázaro
¡Que se detengan las imprentas que imprimen los libros de texto que llegan a las primarias y secundarias de México! Pues ahora debe de sumarse a la literatura de la Historia Nacional y si acaso al de la Historia Universal el periodo histórico que sigue después de la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana: El Humanismo Mexicano.
El exponente de la gran Transformación: el presidente Andrés Manuel López Obrador entre tumultos que exigían siguiera sentado en “la silla del águila” por cuantos periodos más le permitiera la vida caminó junto a su pueblo, se regodeo de las calles que antes eran tomadas por el para presentar en el templete del Zócalo Capitalino el título que habría de llevar el trabajo que desde el 2018 se venía orquestando con la exigencia de una nueva transformación nacional.
Teniendo como antecedentes históricos (porque así debería de ser al asaltar tal concepto) a Tomas Moro, a Erasmo de Rotterdam quienes cabe decirlo, nunca se atrevieron a nombrarse a sí mismos Humanistas, por el contrario, la exposición de su pensamiento se terminó catalogando así con el tiempo, por las características que compartían, el tiempo del Humanismo Mexicano llegó, y sus máximas son las siguientes:
· No aceptar el Derrotismo: No existe en ninguna filosofía humanista tal condición. Porque primero habría de definirse el derrotismo, y por el momento lo que se entiende es una consigna: que las personas que apoyan al presidente no se permitan si quiera aceptar escuchar que el gobierno Humanista ha fracasado; no se permitan creer que cuatro años sin que se pudiera vender el avión presidencial, sin que se abasteciera de medicamentos, sin que bajara la gasolina, sin que disminuyera la violencia, sin que el dinero de los mexicanos acrecentara su poder adquisitivo, sin que existiera un modelo de salud igual a Dinamarca les permita definir el gobierno de la esperanza, ese que desde el día uno tuvo que ponerse a trabajar por mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos, en lugar de denostar y hacer campaña de forma constante.
· No medir con indicadores (privilegiar el bienestar de la población): Contra la tecnocracia que todo lo hace números, es aquí un primer apartado que se puede considerar dentro del humanismo que no permite disminuir al ser humano a una cifra numérica pues esta lo termina deshumanizando. Pero a eso no se refirió, sino no hubiera salido a decir la Favorita #esclaudia a disminuir las humanidades a un millón 200 mil personas, lo mismo que hicieron con hacer números el día de la marcha del 13 de noviembre. Que los números no deshumanicen pero que si demuestran la radiografía social que permite definir políticas públicas: ¿Cuántos empleos con seguridad social se han incrementado? ¿Cuántas medicinas contra el cáncer han llegado? ¿Qué avances en materia de seguridad hay? Sin esos números la
posibilidad de las políticas públicas se esfuma y solo llegan las simuladas acciones de gobierno, los otros datos, esos que no se comprueban, “amor con amor se paga”.
· Respetar, escuchar y atender a todos (otorgando preferencia a los pobres y humillados): ¡Que enorme presidente! Es notable la incongruencia que existe entre sus acciones y sus palabras. El exgobernador de Michoacán Silvano Aureoles se hizo famoso con su banquito por esperar afuera de Palacio Nacional al presidente que respeta, escucha y atiende a todos menos a él (Quien se atreva a definir que Silvano no era alguien respetable para ser recibido en el recinto oficial, entonces entiende menos del Humanismo). ¿Respetar a todos? También quiere decir no insultar a los que definieron como racistas, aspiracionistas, traidores a la patria y todas las injurias que han tenido a muchos destinarios desde palacio nacional, a médicos, clase media, políticos de oposición, periodistas, marchantes, legisladores y magistrados. Está claro que se respeta al que esté de acuerdo con el postulante, se escucha a quien ya obedeció y se atiende a quienes proponen algún capital político para el poderoso, los demás humanos no existen no es humanismo, es la definición de una persona que no entiende lo que propone (en el mejor de los casos), porque si está entendiendo lo que dice entonces existe algo de maldad y no de ignorancia en el inquilino de Palacio Nacional.
Lamentablemente así como el concepto de Democracia ha sido secuestrado junto con la Política, Conservadurismo, Liberalismo y otros extraordinarios conceptos, el Humanismo no pudo alejarse de las lenguas que tergiversan todo y ha sido asaltado por la imprudencia y la insensatez, el ejercito que durara hasta el 2028 haciendo labores de policías, mañana en nombre del Humanismo impactara balas en algunos individuos y quien sabe tal vez con suerte sea un asesino despiadado el receptor de aquella descarga, sin que importen los daños colaterales como la muerte de algún infante, pero todo sea por el humanismo, no el de los grandes filósofos, sino el de Andrés Manuel, el Humanismo Mexicano.
Eppur si muove
A regañadientes. Ayer en el programa nocturno de RadioTele escuché a Roberto Molina una frase que bien vale la pena recalcar, “el presidente pudo haber sido el presidente de todos los Mexicanos, pero decidió ser el presidente – dirigente de muy pocos (al final son una minoría frente a 128 millones de mexicanos), los de Morena.” Que difícil debe ser aceptar esa realidad, luchaste tanto para representar a un país tan vasto, pero tu mirada, Andrés es tan pequeña que te hace creer que México son 1 millón 200 mil personas entre las que se cuentan los que lloran por ti, te abrazan y te quieren, el otro millón 100 mil son burócratas,
de los Estados que Gobiernas, gente que recibe apoyos y fueron amedrentados y quienes buscan un espacio en el 2024.
smr 14:17