Por: Guillermo Calderón.
Solo es una reflexión que pretende impulsar el
mundo de las ideas, los valores y las actitudes.
Entre los desatinos y las ambigüedades, en breve sabremos en qué para la alianza PAN, PRD y PRI en el Estado de México. Tras enormes desencuentros, especialmente motivados por la falta de honorabilidad del líder nacional priista y con cierto dejo de desconfianza, nuevamente la alianza se asoma tímidamente en tierras mexiquenses. Ahora, los problemas que deberá afrontar esa peculiar sociedad política son otros y de mayor calado. Las diferencias se profundizaron y la dificultad para llegar a acuerdos concisos aumento.
La alianza llega enferma, afectada por dos virus endémicos, la irritación social y la desconfianza impregnada de traiciones. El primero de ellos, conlleva un tratamiento difícil y largo, por el periodo de tiempo que tarda en sanar, ya que ese mal, se extendió no solamente entre los aliancistas, sino que alcanzo; también, a buena parte de la sociedad mexiquense.
Esa irritación social fue evidente, porque los representantes populares mexiquenses, también lo fueron, al sumarse a una defensa que no precisamente seria por México, sino por un personaje qué, mírese donde se mire, es indefendible todo por completo. Desatendieron los reclamos de sus gobernados e hicieron oídos sordos respecto a la militarización en el país.
Desde que inicio esta alianza partidista, el líder nacional del PRI, ya cargaba con graves señalamientos de corrupción y sus números negativos de rechazo respecto a su liderazgo aumentaban. Ahora,
esos negativos alcanzaron a los legisladores federales y locales del Estado de México. La descarga negativa surgió al momento que optaron por votar a favor de la propuesta legislativa que su líder introdujo a la Cámara de Diputados, a cambio de salvar su pellejo.
Desde su posición política o su espacio de influencia, ellos -por la cantidad de legisladores que son- bien hubieran podido reconvertir aquella decisión o cuando menos abrazar en lo federal y en lo local los acuerdos comprometidos dentro de la alianza que impedían cambios en la Constitución y no traicionarlos.
Ninguna otra actividad como la política, en el sentido de lucha por el poder, implica tanta disposición a traicionar a sus socios y en ese sentido, los partidos políticos deben estar preguntándose, sobre el objetivo y su realidad ante la sociedad mexiquense. La alianza, para qué.
Aquí me llega a la memoria aquella frase del político romano Julio César que dijo: “amo la traición, pero odio al traidor”, si no fuera porque existen antecedentes históricos de quien dijo estás palabras, bien podían adjudicarse en estos momentos a uno de esos personajes mexiquenses, adoradores de estatuas y monumentos.
Los daños causados al PRI mexiquense, debido a la confrontación social, frente a sus justos reclamos, aún no han sido cuantificados. No los saben, porque se los impide el exceso de confianza de su dirigencia estatal; en cambio, para el PAN y el PRD -inmediatamente- acusaron recibo del estado de ánimo social y buscaron la mejor manera de controlar los daños de esa traición: pausaron la alianza “Va por México” para no cargar con los números negativos pertenecientes al partido que no supo honrar su palabra.
La alianza no tendrá futuro si solo se viste de buenas intenciones. Ahora es el PAN y PRD, quienes debieran de establecer las nuevas condiciones, porque ya no será posible los acuerdos cómodos para una sola de las partes. No se puede ni se debe, volver a confiar en un líder que les advirtió -fuerte y quedito- previo a defraudarlos, (la alianza) “no es un cheque en blanco”, pero si lo fue para evitarle a él, una desgracia política y criminal. Fue su moneda de cambio y la usarán -él o cualquier otro personaje- cuando se sientan amenazados; tantas veces como lo necesiten.
La última encuesta del periódico El Financiero, le da una ventaja de tres puntos a la alianza Va por México, en contra de Morena, pero, de cualquier modo, los números negativos siguen estando de lado del PRI y de acuerdo con la mayoría de las encuestas es, ese partido, por el que menos la gente votaría. Y hay algo más, el PRI -según su dirigente nacional- es un partido que “no acepta ni órdenes ni ultimátums” (sic), lo que no alcanzó a decir este personaje, es que, todo depende de donde vengan, esas órdenes y esos “ultimátums”.
Ahora, mis preguntas finales: sobre la alianza ¿Para qué la alianza? ¿Hay alguien está dispuesto a cargar con culpas ajenas? ¿Quién nos defenderá de las traiciones políticas?
Hasta aquí con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.
Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política. Twitter: @gmo_calderon / Facebook e Instagram: Guillermo Calderon Vega
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