Alfonso Villegas García
Estoy seguro de que a la gran mayoría de personas que vimos el oficio religioso donde participó el presidente Trump, en Washington, después de su toma de protesta como mandatario estadounidense, nos resaltaron principalmente dos cosas, que fue dirigido por una mujer en calidad de obispa y que su mensaje incomodara a la audiencia predominantemente cercana a él y a su tendencia neoconservadora y por supuesto, de ultraderecha -derecha radical-.
La obispa Mariann Edgar Budde, de la diócesis espiritual de Washington, expresó un mensaje el mismo 20 de enero con firmeza, pidiéndole al mandatario liderazgo sin perder la compasión y la solidaridad con las minorías en su futura gobernanza.
A muchos nos gustó el mensaje ante la apabullante y efervescente actitud sectaria, distópica para los no estadounidenses y llena de utopía para la supremacía gentilicia y, por supuesto, homofóbica, de un Trump triunfal en votos y de importantes seguidores interesados en su propuesta.
Entre ellos están los dueños de las redes sociales, pero también, petroleros y fabricantes de autos que aplaudieron fuertemente cuando advirtió el señor de la cabeza alzada que Estados Unidos se desincorpora de los acuerdos de París. Es decir, de la Agenda 2030, sobre desarrollo sostenible y en particular de reducir bióxido de carbono y de usar tecnologías alternas al uso de energías no renovables.
La molestia del primer mandatario estadounidense nunca se ocultó, a cada aseveración de la Obispa por una reflexión humanitaria y de respeto a los derechos humanos, sus músculos faciales respondían al constreñirse y su vista giraba como buscando a un ayudante para que hiciera algo al respecto.
Eso también a muchos nos gustó, porque cuando menos molestaron al poderoso, al hombre resuelto a convertir a la política como una mera etiqueta de vestir, sin interés de generar acuerdos con representaciones distintas a su ideología, sino que, a partir de su unilateralidad, generar o pretender generar sumisión mundial. Diríamos “vulgarmente”: mostrar músculo en el mosaico internacional.
Ante palabras de la religiosa, tales como: “Nuestra nación enfrenta desafíos significativos que requieren no solo decisiones políticas sabias, sino también un liderazgo moral y compasivo”, Trump calificó de ser un discurso aburrido y que incluso debería disculparse por su atrevimiento.
Junto a la descalificación al mensaje de visión humanitaria en el ejercicio del poder, debemos sumar las expresiones que hizo Elon Musk, muy obvio a las formas de manifestarse los neonazis; así como también que el corporativo Meta de Mark Zuckerberg (Facebook, Instagram, Threads y WhatsApp), decidió desaparecer sus oficinas relacionadas con la política de respeto a las identidades sexuales y, a la vez, generó una apertura en sus políticas de uso de las redes que tienden a abrir espacios para las tendencias homofóbicas o de descalificación a los sectores emergentes -migrantes, por ejemplo-, con el pretexto de ampliar la libertad de expresión.
Los hechos y el discurso neoconservador muestran que se está generando una importante corriente en el mundo y bien representada por el presidente Trump, en contra de la corriente denominada “Woke”. El movimiento que corre en defensa de esas minorías y que se ha convertido en una bandera discordante de los miembros de la ultraderecha en el mundo -ver redes sociales-. Así mismo, generar una “limpia” con intereses sectarios, como ya se dijo, y promotor de una economía competitiva contra China, a como de lugar y sin importar las consecuencias de involución y de desarrollo sólo econométrico sin sostenibilidad mundial.
La obispa ha dado un ejemplo de cómo advertir al mundo que se puede lidiar contra las supremacías, cuasi xenofóbicas.
Ahora toca seguirle, los gobiernos con diplomacia y el mundo sin miedo. Nuestro Gobierno sí con diplomacia, pero sin perder la brújula humanista de nuestra constitución.
La presidenta, tiene de dónde sacar línea sobre la ideología anti xenofóbica. Hay eco de muchos gobiernos latinos, incluso europeos.
No quiere decir que para no ser de Estados Unidos tendremos que ser de China, sino que es el momento de mostrar patria y humanismo universal, dándole importancia al diálogo y a la empatía, como también lo dijo la obispa Mariann Edgar Budde.
A darle.