Alfonso Villegas García
Después del discurso del nuevo presidente de Estados Unidos, nos queda claro que las amenazas ya las están poniendo en blanco y negro.
Es decir, que ya está instruyendo para permear su idea de que ese país del norte se reivindicará como líder mundial. Todos escuchamos que tenderá esa visión a poner en riesgo la estabilidad diplomática entre su país y nuestro querido México.
Al parecer, nos hemos convertido en un problema más que en un aliado estratégico, no nada más en lo comercial, en materia de alianza bipartita contra las amenazas dogmáticas y polar, con la maquila de sus industrias, en especial la automotriz y de prendas de vestir.
Todo indica que su ideología es la bandera de lucha para la suma de coincidencias, ya no sólo la visión neoliberal o el capitalismo tóxico. Ahora, ese presidente actúa como una persona que conocimos en México, quien dijo que el que piensa distinto a mí es mi enemigo, perdón mi adversario; o son o no son.
Ha dejado claro también, en su discurso de toma de protesta, que no nada más será su primacía el de “América para los americanos”, sino la de rescatar los valores tradicionales y la supremacía blanca, en su máxima expresión, sin importar afectar los derechos universales de justicia, solidaridad, paz y derechos humanos universales. Pareciera que su humanismo es sólo para sus americanos, así como el humanismo mexicano. Una mera lógica del egoísmo.
Todo lo que ha advertido el presidente Trump junto con su nacionalismo y visión imperial -como el nazismo, por ejemplo-, es estar en contra también de la corriente “Woke”. Una corriente que ha crecido a nivel mundial en pro de los derechos humanos, el respeto a las minorías, la promoción de no guerra y sí más inversión a lo social y en especial a los más desprotegidos sin importar nacionalidades.
Tanto es esta visión de choque a esos grupos miembros del “Woke”, que están seleccionando qué tipo de lecturas deberá haber en la educación que no promuevan ese pensamiento crítico, siendo el principal argumento el de defender a la familia tradicional.
No es en balde que esté en contra de las manifestaciones de preferencia sexuales y determine que sólo se reconocerá la existencia de los géneros hombre y mujer. Para Trump ya es un “abuso” las manifestaciones reivindicatorias, al parecer, para él, ponen en riesgo la cultura americana. Es decir, a la cultura “blanca”.
Así entonces, Woke es una palabra que ha funcionado como una “hada” de malos consejos o de buenos, según la interpretación. No es ajeno a esto que haya invitado a lideres de otras naciones y trasnacionales que piensan como él, entre ellos a los dueños de las redes sociales, para aclamar que la “hora ha llegado”.
En contraposición a ese discurso neoconservador, está el discurso de nuestra presidenta, Claudia Sheinbaum, que al igual que su líder y presidente del sexenio anterior inmediato. Uno que, por obviedad, hace que el poder ejecutivo mexicano sea un importante contrincante ideológico.
Claro que entre los principales elementos de presión contra nuestro país están: la migración; y la amenaza de golpear a algunos mexicanos -narcos, o vecinos de narcos o gente que parecen narcos- con una clara decisión unilateral de calificarlos a los probables maleantes como terroristas internacionales contra su país.
Nos queda como nación, o le quedará a nuestra presidenta, “blanquear” su discurso para simpatizar con el Trump-istmo y claudicar su visión social demócrata de respeto a las diferencias, a la libertad de expresión. ¿Habrá un cambio de discurso para tapiar a la comunidad LGBTIQ+, por ejemplo? No creo que haya claudicación, pero sí matiz.
No creo que haya confrontación contra el presidente Trump, pero sí una nueva forma de abordar la diplomacia internacional, porque el momento lo exige. La ultraderecha se está unificando, a México le conviene exhibirse con aliados, incluso con alternativas comerciales a nivel internacional. Incluso reforzar el desarrollo de la economía interna, tipo el Plan México, pero con verdadero consenso nacional.
Es decir, con apertura para incluir a los otros “neoliberales” que no son como Trump. Ello implica también y de sobremanera, que las mañaneras sean otra cosa a lo que es hoy: provocadora, subjetiva y perfilada hacía una Política de Estado, verdadera economía política, no politiquerías, como alguien decía y escupía para arriba.
¡Viva México!
baf