El deshielo y otras consecuencias directas del cambio climático ponen en riesgo la supervivencia de los osos polares en el Ártico, el único lugar de la Tierra donde habitan. Y es que el estado del hielo, el medio que el oso polar (Ursus maritimus) necesita para vivir, ha cambiado mucho durante las últimas décadas, hasta el punto que se estima que podría llegar a desaparecer en un periodo de tiempo relativamente corto.
La delicada situación de su ecosistema con la esperanza de crear consciencia sobre cómo nuestras acciones diarias afectan incluso a los lugares más remotos de formas extremas. Solemos decir que toda acción cuenta, por pequeña que sea, pero desafortunadamente esta frase es cierta tanto para bien como para mal.
Pero las amenazas que acechan a este gran mamífero marino son más de las que pensábamos o habíamos podido predecir. La calidad del hielo no sólo le dificulta conseguir alimento, sino que además le puede producir lesiones que en algunos casos llegan a ser graves.
Un estudio dirigido por la Universidad de Washington y recientemente publicado en la revista Ecology explica que el calentamiento global está acortando los ciclos de congelación y descongelación del hielo, lo cual hace que la nieve esté más blanda y húmeda durante largos periodos de tiempo. Esto ocurre principalmente porque las temperaturas medias han subido, y llueve más frecuentemente.
Esta consistencia está fuera de lo habitual, y no es la más adecuada para que los osos polares vivan en este ecosistema de la forma en que siempre lo habían hecho. De hecho, los expertos han detectado que algunas de sus poblaciones están desarrollando problemas de salud derivados del cambio en el punto de congelación del hielo marino, que incluyen la pérdida de pelo y la aparición de úlceras y cortes en la piel causados por la acumulación de hielo.
Esta es la gravedad del asunto: de un grupo de 61 ejemplares estudiado entre 2021 y 2022 cerca de la frontera entre Canadá y Groenlandia, 31 de ellos presentaba lesiones relacionadas con el hielo. Un segundo grupo de 124 ejemplares estudiado al este de Groenlandia tenía 15 de sus ejemplares también heridos.
Algunos de ellos presentaban una acumulación de hielo de hasta 30 centímetros de diámetro alrededor de las almohadillas de sus patas que les había causado laceraciones, sangrado y dificultad para caminar. A pesar de que hace décadas que los expertos estudian los osos polares, es la primera vez que se documenta este tipo de lesiones en estos y, por tanto, se trata de un fenómeno muy reciente.
Gracias a una investigación de campo y a la inmovilización de algunos de los ejemplares, los principales autores del estudio pudieron analizar de cerca las lesiones y retirar con cuidado la capa de hielo acumulado, observando que se encontraban fuertemente pegados a la piel y el pelo del animal, provocándoles un intenso dolor.
Sus patas, que están adaptadas para moverse por el hielo y la nieve, comparten algunas características con las de otros animales que conviven en el mismo ecosistema, como es el caso del zorro ártico o los perros de trineo, los cuales también podrían verse afectados por este problema en un futuro próximo.
Este es tan solo un ejemplo de las consecuencias inesperadas que el cambio climático puede provocar, más allá de las que ya conocemos extensamente, como es el propio deshielo en los polos, el calentamiento de los océanos o la alteración de los patrones climáticos, pero podrían aparecer muchas más.
La primera pregunta que nos vendrá a la mente es: ¿cómo podemos ayudarlos? A corto plazo, los expertos en veterinaria de vida silvestre han trabajado para retirar la acumulación de hielo sin provocar nuevas heridas. Sin embargo, esta solución es tan solo un parche, y lo que realmente hace falta es mitigar el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
baf