La ecuación es relativamente simple. Si no hay hielo marino, no hay posibilidad de encontrar focas en alta mar. Y entonces la búsqueda de comida se torna tortuosa, peligrosa y mortal en tierra firme. Ese es el escenario al que se enfrentan los osos polares en la región occidental de la Bahía de Hudson, en Canadá, de acuerdo con un estudio publicado por la revista Nature Communications. Los expertos siguieron con collares con cámaras y GPS a 20 ejemplares, realizando hallazgos sorprendentes y preocupantes.
La investigación determinó que los veranos árticos cada vez más extensos obligan a los osos a pasar más tiempo en tierra firme, donde es poco probable que puedan adaptarse a vivir durante largos períodos y correrán a mediano plazo el riesgo de morir de inanición. Esto porque allí no es fácil encontrar alimentos. “Los osos no tienen estrategias de comportamiento y energéticas que puedan utilizar para evitar la pérdida de peso durante el verano en tierra, y esta será mayor cuando pasen períodos más largos en ella”, dijo a la agencia EFE el autor principal de la investigación, Anthony Pagano, del Centro de Ciencias de Alaska del Instituto Geológico de Estados Unidos.
Investigaciones previas demostraron que el periodo sin hielo en el oeste de la bahía de Hudson aumentó en tres semanas entre 1979 y 2015. Los osos antes pasaban entre 100 y 110 días en tierra, mientras que hoy lo hacen 130 días. En función de los distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero “es probable” que la permanencia fuera de mar aumente entre cinco y diez días por década. Los expertos estiman que si los osos pasaran 180 días al año en tierra firme, morirían de inanición.
De los 20 animales estudiados, 19 perdieron una media de un kilogramo al día. Para evitar un gasto de energía que no podían permitirse, muchos machos adultos se tumbaron para no quemar calorías, pero el 70 por ciento de los animales se mantuvo activo buscando alimentos terrestres, como bayas, hierbas y cadáveres de aves y caribúes. Algunas hembras adultas dedicaron hasta el 40 por ciento del tiempo a buscar comida y aunque los alimentos les dieron algún beneficio energético, tuvieron que gastar más energía para acceder a ellos.
Tres ejemplares nadaron largas distancias, hasta 175 kilómetros en aguas abiertas, donde dos encontraron cadáveres de mamíferos marinos de los que no pudieron alimentarse mientras nadaban ni llevarlos a tierra. El único ejemplar que engordó, en tanto, lo hizo gracias a que tropezó con un mamífero marino muerto en tierra.
Aunque estos animales “muestran una notable plasticidad en su comportamiento, siguen corriendo el riesgo de morir” de hambre debido a la disminución prevista del hielo marino ártico, pues el trabajo sugiere que el alimento que consiguen en tierra no les da la energía suficiente para resistir más tiempo antes de llegar a un estado de inanición, destacó Pagano.
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