Por: Guillermo Calderón.
Solo es una reflexión que pretende impulsar el
mundo de las ideas, los valores y las actitudes.
“A partir de este momento, hagamos lo que hagamos, el Titanic se irá a pique”, estas fueron las palabras de Thomas Andrews, el diseñador del barco que, de acuerdo con él, sería invencible, porque fue la embarcación más grande y moderna de su época (1912). Lo dijo momentos antes de que se hundiera a 4000 metros de profundidad. La conversación inició entre el capitán Edward Smith y sus oficiales, a los pocos minutos de haber colisionado contra un iceberg. Sin embargo, aquellas palabras dejaron a todo mundo helado, estupefactos, de una pieza. Fue entonces, que se dio la orden de desalojar el barco.
Todo parece que aquellas palabras, muy pronto, tendrán vigencia y cobrarán vida nuevamente. Pero esta vez no será la voz de un constructor de buques, quien las diga; ahora, vendrán de parte de un capitán, de una embarcación distinta, la cual no precisamente navega en espacios marítimos, esta lo hace sobre terrenos políticos y se llama PRI.
De acuerdo con una descripción periodística, vía internet: “El Titanic, logró navegar arrogante y soberbio, sintiéndose invencible y sin considerar que una gran masa de hielo, lo detendría y lo enviaría al fondo del mar. Una cura de humildad. Un ataque directo en toda la línea de flotación del orgullo humano. Una lección de las que nunca se olvidan” (cierro cita).
Este barco, como en el otro que se construyó en 1912, también se decía invencible; aunque cambia un poco porque, además
de soberbio y arrogante, este se volvió patético, pero de la misma forma que el primero, va en ruta de colisión. El témpano que les aguarda es aún más grande y poderoso que, el que choco con el Titanic. Es una gran masa de hielo, formada únicamente de sociedad civil y tiene nombre y apellido, se llama: Estado de México.
El iceberg se encuentra frente a esa embarcación política. Pronto se encontrarán y alcanzará a acariciarlos, pero deben de tener en cuenta que, en su mayor parte, está hecho de verdaderos mexiquenses valientes, pero no de los que fingen serlo. Solo de aquellos que, de manera desinteresada, están dispuestos a frenar ese barco sin rumbo. No participan los que, interesadamente, se suman a su frenético viaje sin retorno. Al témpano, ahora lo cubre las grandes capas de hielo que el primer priista del Estado le ha echado encima, por conveniencia o por oportunidad política.
Su densidad, que hoy luce fuerte y robusta, es parte de un reproche generalizado, sobre esa embarcación llamada PRI; entre muchas otras cosas, por asumir que son los electores quienes deben sustituirlos en sus batallas. Han responsabilizado, primero, a los mexiquenses, antes que a ellos mismos. Con un discurso electorero de por medio, los asumen valientes y los lanzan al frente de una batalla que califican sagrada; ahora su base electoral son carne de cañón, porque, a ellos no les gusta, eso de ser “primera persona”.
Ahora ese barco es conducido por un desorientado capitán, incongruente, Alejandro Moreno (a) “Alito”, quien no solo ha ordenado no cambiar de rumbo, sino que ahora lo conduce a toda velocidad; pues, fue informado de que su mandato está a punto de expirar. Pero a diferencia del capitán que conducía al coloso, que se hundiría en las postrimerías de la historia
náutica y que el mal tiempo le jugó una trágica pasada, porque no le fue imposible visualizar los peligros del camino. Este último, sí ha podido hacerlo, porque la sociedad le construyó frente a sus ojos un iceberg, aún más alto que todos y a prueba de trucos políticos. Es tan alto y denso que es visible desde cualquier punto del país.
Pero lo más es importante es que, esa gigante masa, es capaz de detener a cualquier embarcación política que dañe al Estado y al País, aún les coloquen, sus vanidosas aureolas de imbatibilidad e insumergibles.
El buque de los sueños políticos modernos caerá. Hagan lo que hagan. Es como lo dijo el propio constructor del Titanic, después de advertir el eminente hundimiento, “es una certeza matemática”, por la forma en que se ha construido.
Un barco llamado PRI, logró navegar arrogante y soberbio, sintiéndose invencible y sin considerar que algún día la sociedad despertaría y formaría una gran masa de hielo, que lo detendría y lo enviaría al fondo de la historia. Una cura de humildad. Un ataque directo en toda la línea de flotación del otrora orgullo partidista. Esta será una lección de las que nunca se olvidan.
Ahora, mis preguntas finales, respecto al hundimiento, ¿Cuál será la decisión de “Alito” respecto de salvarse él o salvar a su barco? ¿A qué nivel colocan a este capitán en una disyuntiva de vivir o morir? ¿Lo dijo en serio, lo de venirse a vivir al Estado de México?
Hasta aquí con una más de: Mis preguntas finales, nos leemos en la próxima.
Guillermo Calderón Vega. Profesor Universitario, abogado, exfuncionario público, Experto en operación, negociación y concertación política. Twitter: @gmo_calderon / Facebook e Instagram: Guillermo Calderon Vega
smr 11:30