El México de las falacias

por Fuensanta Pérez Orona

En un mitin realizado en Tamaulipas, en septiembre de 2018, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, pronunció un discurso donde prometió a los mexicanos que, en su gobierno, el sistema de salud sería como el de los países nórdicos (Finlandia, Islandia, Noruega, etc.), pero, desafortunadamente, no solo no nos mantenemos igual que hace cuatro años, sino que las cosas en el país han ido de mal en peor, dejando cada vez más desprotegidos a los mexicanos.

Es del conocimiento público que, los ingresos de los gobiernos de los distintos países utilizan para el gasto social, se recauda a través de impuestos que pagamos los ciudadanos, además de otros ingresos que tiene el Estado; pero esta aportación suele ser de lo más desigual que existe en México, pues, desafortunadamente, somos uno de los países en los que la recaudación fiscal desfavorece, como siempre, a los que menos tienen. Viri Ríos en su libro No es normal, menciona datos que lo confirman, cuando señala: “El IVA es el impuesto que más beneficia a los ricos…los ricos poseen el 54% de los ingresos del país, solo pagan el 32%”.

Sin embargo esto no es lo peor, pues a pesar de que los pobres son los que más pagan, proporcionalmente, considerando sus ingresos, también son los que menos apoyos reciben, a pesar de que el presidente se jacta todos los días, al presumir que su gobierno es el que más apoyo ha dado al sector más vulnerable, es, por decir lo menos una falacia; la misma Viri Ríos, declara que: “en nuestro país, los individuos de bajos recursos obtienen apenas 9% del ingreso total, mientras que los ricos y las clases altas se quedan con el 59%”.

Vivimos en un país en el que cada quien sale adelante con mucho esfuerzo, rascándose con sus propias uñas, pues no hay un apoyo real a los pobres; “tendremos servicios de salud como en Finlandia”, una frase cuyo eco resonó en sí misma por la falta de contenido que la llenara, y que seguirá sonando hueca, haciendo gracia a propios y extraños, pues,

desgraciadamente, México no tendrá un sistema de salud, como el desarrollado en los países nórdicos, en décadas; ni podremos hablar de progreso social.

Los datos son muy reveladores y nos demuestran que, no solo estamos muy lejos de ser como los países nórdicos, sino que incluso, estamos peor que los gobiernos de África subsahariana, si, por ejemplo, nos referimos a lo invertido del PIB en gasto social: Latinoamérica invierte 28 puntos de su PIB, África subsahariana 26 puntos y México, tan solo 20 puntos de su PIB nacional.

Pero, además, la forma en la que se gasta ese recurso también muestra diferencias abismales: nuestro gasto en salud es el mismo de Zimbabue y Yemen, el 5 por ciento; El Salvador y Honduras gastan el 7 por ciento. Estos datos, así como los siguientes son tomados del libro de Viri Ríos. Nuestro presidente en cada mañanera y en cada oportunidad que tiene, con todos los micrófonos del país abiertos y a su disposición, no se ha cansado de decir que él es el representante del gobierno que más dinero ha invertido en programas sociales, pero tal afirmación es una mentira más, otra raya más al tigre; la cantidad de recurso invertido para estos programas es hoy menor que el que se tenía en 2014, pues pasamos de 1.130 billones a 1.111 en 2021 ¿Y las transferencias de efectivo a las personas? A pesar de su pelea fantasmal con “intermediarios”, ahora se invierte el 28 por ciento menos que lo que se entregaba en 2014.

Un país en el que año con año disminuye el gasto destinado al sector más vulnerable; en el que no existe y no hay planes para una política fiscal progresiva, es muy difícil alcanzar la quimera de una sociedad más justa y equitativa para todos, sin embargo, no es imposible, países como Rusia, China, y también Finlandia nos han demostrado que eso es perfectamente alcanzable, pero para que esto se convierta en una realidad es necesario un gobierno que trabaje para el sector que más lo necesita; que convierta en hechos la palabrería con la que engañó a la población. La urgencia de un cambio social debe ser vista como tal, y para ello nuestra realidad debe ser conocida tal y como es, sin máscaras, sin cortinas de humo.

Se acercan las elecciones de 2024, los hilos políticos ya empiezan a moverse y el curso que están tomando nos empieza a dar una clara idea de lo que ocurrirá: nuevamente se pondrá en el poder a aquel que garantice los intereses de los más ricos. Urge pues, la unión de los más pobres, urge que se luche y que nos embarquemos todos en el mismo barco y con un mismo rumbo, que sea capaz de llevarnos hacía una patria más justa que, obviamente, deberemos construir peldaño por peldaño entre todos.

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smr 10.12

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