Intervención del Diputado Federal del PRI, Emilio Suárez, en homenaje luctuoso de cuerpo presente de la Diputada Ifigenia Martínez

-DIP. EMILIO SUÁREZ. – Compañeras, diputadas, diputados, senadoras, senadores, familiares y amigos de la maestra Ifigenia Martínez, al presidente de mi partido, a mi coordinador, agradezco haberme cedido este importante espacio.

Hoy, como siempre fue costumbre en su vida cotidiana, la maestra llega puntual a su última cita en el espacio público, aquí, en la Casa del Pueblo, la Cámara de Diputados, y no lo hace de cualquier forma, lo hace como la más reciente presidenta de nuestro Congreso. Sí que se escuche fuerte y claro, presidenta Con A, como lo refirió el pasado 1º de octubre la doctora Claudia Sheinbaum, y en cuyo esfuerzo para dimensionar esa A, estuvo involucrada Ifigenia como muchas mujeres en nuestro país.

La maestra Ifigenia Martínez fue una mujer de época, de esas que dedicaron toda su vida para contribuir con su inmenso legado al fortalecimiento de la participación de la mujer mexicana en la vida pública. Ifigenia, como muchos la conocimos, bien le dio representación a la carga fuerte y poderosa de su nombre, fue académica, política, líder social y, por qué no decirlo, revolucionaria.

Además, Ifigenia, lejos de la fuerza de su nombre, supo lidiar con el tiempo para ser una buena madre, abuela, bisabuela, pero sobre todo amiga, amiga sin límite de ideología de partido. En el rubro de la amistad, tuve el enorme privilegio de atestiguarlo personalmente en su entrañable cercanía con Porfirio Muñoz Ledo y de voz propia con don Augusto Gómez Villanueva aquí presente. Es poco el tiempo que tenemos para recordar el legado de Efigenia Martínez a la vida política de México, pero traigo a este recinto dos momentos que la retratan.

En su faceta de legisladora, allá en aquella quincuagésima Legislatura, momentos en los que el entonces presidente López Portillo encomendó a Porfirio Muñoz y a don Augusto Gómez procurar perfiles técnicos para la integración de la Cámara, Ifigenia tuvo la encomienda de presidir la comisión de presupuesto y ante la cerrazón de la burocracia hacendaria para escuchar sus observaciones al gasto público, decidió votar en contra de la propuesta del Ejecutivo. En distintas modulaciones, Ifigenia nunca escatimó en defender su pensamiento, por otro lado, en algo que ya me tocó vivir a mí personalmente, en su casa de Coyoacán le pregunté qué tantas historias podían contarse de lo ahí vivido.

Sin más, doña Ifigenia se abalanzó para contarnos las múltiples personalidades que por ahí pasaron, de varias anécdotas debo decirlo que la que más le entusiasmó desde mi perspectiva fue la de la corriente democrática. Ya entrados en confianza, me atreví a decirle a Ifigenia que tenía la impresión de que ella seguía siendo priista.

Inmediatamente me volteó a ver con una mirada profunda y una leve sonrisa y me contestó, no. Después de una pausa reflexiva me dijo, soy mexicana, todos somos mexicanos y justo ahí es donde me quiero detener.

En la profundidad de su respuesta, que varios años después viene a confirmarse con el discurso que no pudo pronunciar el pasado 1º de octubre, cito: “Hoy más que nunca necesitamos tender puentes entre todas las fuerzas políticas, dialogar sobre nuestras divergencias y construir juntas y juntos un país más justo y solidario”.

A todos ustedes los invito a honrar el legado de la maestra. Muchas gracias, estimado presidente, y larga vida a doña Ifigenia Martínez.

baf

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