La salud mental y física de una persona puede estar profundamente influida desde los primeros días de vida, y el microbioma infantil ocupa un papel central en este proceso.
Según expertos citados por New Scientist, los primeros 1.000 días de vida son determinantes para la conformación de la comunidad de microbios que habita en el cuerpo humano, con efectos que se extienden hasta la adolescencia y la adultez.
Lo que muchos padres desconocen es que existen prácticas sencillas y asequibles que pueden favorecer el desarrollo óptimo de este ecosistema microbiano, con beneficios duraderos para el bienestar de sus hijos.
El microbioma humano está compuesto por billones de bacterias, virus y hongos que no solo protegen la barrera intestinal y regulan la inflamación, sino que también influyen de forma directa en el desarrollo cerebral y la salud mental.
Los productos generados por estos microbios moldean la formación y eliminación de conexiones neuronales en la infancia. Además, la comunicación entre las bacterias intestinales y el cerebro, a través del nervio vago, puede afectar el estado de ánimo y la respuesta al estrés.
Cuando el equilibrio microbiano se altera, pueden aparecer problemas como inflamación crónica, que se ha vinculado con depresión y enfermedades neurodegenerativas. Investigaciones recientes han relacionado desequilibrios en el microbioma con condiciones como el autismo y el Parkinson, y han mostrado que intervenciones como los trasplantes fecales pueden mejorar síntomas en algunos casos.
Factores que moldean el microbioma infantil
La conformación del microbioma comienza incluso antes del nacimiento, ya que el feto ingiere bacterias y hongos presentes en el útero. El tipo de parto influye en la diversidad microbiana: los bebés que nacen por vía vaginal reciben una mayor variedad de microbios, mientras que los nacidos por cesárea presentan diferencias que, aunque se asocian con un riesgo ligeramente mayor de asma y eccema, tienden a desaparecer entre los seis y nueve meses de edad.
La lactancia materna es otro factor clave, ya que la leche contiene compuestos que favorecen el crecimiento de bacterias beneficiosas como Bifidobacterium, ausentes en las fórmulas infantiles. Estas bacterias actúan como una barrera que impide la entrada de microorganismos dañinos.
El uso de antibióticos en la infancia puede alterar el microbioma, eliminando tanto bacterias perjudiciales como beneficiosas. Por ello, especialistas subrayan la importancia de que los médicos prescriban estos medicamentos con cautela para proteger el desarrollo intestinal.
Tras el primer año de vida, la dieta se convierte en el principal modulador del microbioma. La diversidad alimentaria, basada en alimentos frescos y no en productos ultraprocesados, es fundamental para mantener un ecosistema microbiano saludable.
Estrategias para favorecer la diversidad microbiana
Para los padres que enfrentan la resistencia de los niños pequeños a probar nuevos alimentos, la pediatra Nancy Bostock recuerda que “la comida antes del primer año es solo para divertirse” y recomienda la persistencia: ofrecer un alimento hasta 20 veces puede lograr que el niño lo acepte.
También se pueden incluir opciones económicas y efectivas como lentejas enlatadas o frambuesas congeladas para diversificar la dieta.
El contacto con la naturaleza y el suelo es otra estrategia para enriquecer la diversidad microbiana. Estudios muestran que los suelos saludables, no degradados por la agricultura intensiva, albergan una gran variedad de microbios que contribuyen a la calidad nutricional de los alimentos y, en consecuencia, a la salud humana.
El contacto directo con la tierra, ya sea a través de la jardinería o actividades al aire libre, puede transferir microbios beneficiosos al organismo y fortalecer el sistema inmunológico. Investigaciones en comunidades agrícolas han demostrado que la exposición a microbios del suelo puede proteger contra enfermedades como el asma.
No es necesario disponer de un jardín para obtener estos beneficios. Salir al exterior, cultivar plantas en macetas o consumir alimentos cultivados en casa también favorece la diversidad microbiana. Es importante distinguir este enfoque de la llamada “hipótesis de la higiene”, que atribuía el aumento de enfermedades inflamatorias a la limpieza excesiva en los hogares.
La evidencia actual respalda la “hipótesis de los viejos amigos”, que sostiene que la reducción del contacto con microbios beneficiosos, y no la higiene, está detrás del incremento de enfermedades crónicas.
Recomendaciones para padres y educación sobre el microbioma
Las recomendaciones para los padres incluyen mantener la lactancia materna cuando sea posible, ofrecer una dieta variada y evitar restricciones alimentarias estrictas que puedan generar una relación negativa con la comida.
Insistir en que los niños solo pueden comer postre si terminan ciertos alimentos refuerza la percepción de “comidas buenas y malas”, lo que puede aumentar el riesgo de trastornos alimentarios y obesidad. En cambio, se sugiere celebrar las cualidades de cada alimento y compartir las comidas en familia para fomentar hábitos saludables.
La educación sobre el microbioma también es fundamental. Explicar a los niños la función de sus microbios y motivarlos a cuidar de ellos a través de la alimentación puede sentar las bases para una actitud positiva y duradera hacia la salud y la nutrición
GD
