Alfonso Villegas García
Ya nuestra presidenta está por cumplir ochenta días de gobierno y las cuentas para sus primeros 100 no caminan del todo bien. Cuando menos en tres vertientes: el contrapeso que ejerce Donald Trump en materia de seguridad, macroeconomía y en la supeditación comercial versus China. El otro frente es la constante de homicidios dolosos que de alguna manera compite con la estrategia de seguridad empleada a través de su secretario Omar García Harfuch. El tercero, es la continua presencia en escenarios políticos de las crecientes diferencias entre líderes de ese movimiento de la cuarta transformación, que incluso han puesto de manifiesto la continuidad de opacidades y corrupción.
Si nos centramos en las diferencias internas del “movimiento transformador” están varios ejemplos, como el de contraponer el interés de la Presidenta de México sobre qué perfil debería ejercer la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde es el liderazgo de la cámara de senadores hizo imponer la propuesta de López Obrador, la reelección de Rosario Piedra -personaje con desaprobación y que usó documentos no acreditables para la competición al puesto-; o la diferencia entre el presidente de la mesa directiva de la cámara de senadores contra el líder de la cámara de diputados, al grado de mantener una acusación de probable corrupción cuando el diputado Monreal era líder de los senadores, y todo por la disminución del presupuesto a la cámara alta.
Estas realidades implican tres cosas, cuando menos en el ámbito político: la falta de un liderazgo omnipotente como lo ejerció López Obrador; el renacimiento de corrientes o tribus o intereses de grupo que con sus manifestaciones ponen en tela de juicio el liderazgo que da el presidencialismo, aunque de manera tácita; y, una competencia por mostrar “músculo” para la futura conformación de cuadros preelectorales, por parte de esos liderazgos mayormente pertrechados en el poder legislativo.
Claramente esta es una interpretación perspicaz, que nace de hechos. Vayamos a los ejemplos: Se hizo no nada más público sino como un triunfo, la “compra” de legisladores para la hegemonía en la tendencia de votos a favor del oficialismo, verbigracia: Adán Augusto-Yunes y el reto público que hizo este senador de llegar a 90 senadores convencidos de mantener el voto a favor del poder.
Por el otro lado el que José Gerardo Rodolfo Fernández Noroña, presidente del Senado, le diga abiertamente al exgobernador de Chihuahua, Javier Corral, al votar en contra de la disolución de los once órganos autónomos, que “te acaban de salvar de que te metieran a la cárcel”, y por ende fue un ingrato por su voto emitido;
O el ya mencionado sobre la exaltación de la posible corrupción del presidente de cámara de Diputados, Ricardo Monreal, cuando fue presidente de la cámara alta, al
otorgar contratos a conocidos con suma de más de 150 millones de pesos, por el activo, ex secretario de gobernación, Adán Augusto López.
La visión humanista que se presume desde las altas esferas se pone en tela de juicio cuando la moral distorsionada de varios actores políticos, incluso como funcionarios, por actos de presumible corrupción y acuerdos en lo oscurito, siguen.
Esto sin duda influirá en la imagen de autoridad que se necesita para la representatividad con carácter que se requiere en materia de política internacional, como también para amalgamar las distintas fuerzas sociales, económicas, productivas y políticas que se requiere al interior del país para afrontar la inseguridad, el desánimo a la inversión directa real y la desconfianza creciente del quehacer de la función pública.
Le toca a la presidenta ejercer una moral propia a la confianza que se le otorgó con un voto tan elevado y ello implica lograr la unidad, cuando menos entre las huestes.
Es una presidenta muy observada por los de adentro del país -y no nada más por partidos políticos, sino importantes representantes del sector productivo y más-, como de afuera, tanto por la opinión pública, como por las representación gubernamentales o empresariales -léase Donald Trump y más-. Cualquier contradicción de su movimiento se le echará en cara y más la que ella ejerza.
Por eso, la contradicción que hubo cuando la primer mandataria advirtió a los suyos que nada de abusos ni corrupción y al mismo tiempo condona a su secretaria de SERMANAT, Alicia Bárcena, de haber admitido actos de abuso de poder y desviación de recursos cuando estaba como secretaria de Relaciones Exteriores, ante el descubrimiento de una boda realizada en el MUNAL, registrada como un acto oficial para obviar un pago de uso privado y para poder justificar la presencia de embajadores y representantes del servicio exterior en esa boda. Claro que estamos hablando del casamiento del Martín Borrego Llorente, quien hasta hace poco se desempeñaba como Coordinador de Contacto con la Ciudadanía en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), celebrado en octubre del presente año y que se reportó oficialmente como un encuentro diplomático entre Rumanía y México en el Museo Nacional de Arte.
Colofón:
Así las cosas. Hoy las redes sociales ayudan a evidenciar lo que antes costaba trabajo acusar a los funcionarios. Hoy el tema de la corrupción es muy usado para justificar acciones radicales de gobierno, como la reforma al poder judicial, pero nadie está en la cárcel, ni en un debido proceso. Viva México.
baf