El futuro se construye con lo que damos de nosotros mismos

Sólo quien se da a sí mismo crea futuro. Quien sólo desea cambiar a los otros, permanece estéril.

La política, la seguridad y la vida comunitaria en México están llenas de discursos sobre lo que los otros deberían hacer: los ciudadanos que deben participar, los jóvenes que deben estudiar, los gobiernos que deben invertir, los empresarios que deben apoyar. Pero pocas veces se habla de lo esencial: ¿qué estamos dispuestos a dar de nosotros mismos para construir futuro?

El verdadero cambio no nace de la imposición ni de la retórica moralizante. Nace del ejemplo, de la entrega, de la coherencia. La historia demuestra que los grandes transformadores no fueron quienes señalaban desde la tribuna, sino quienes dieron algo de sí mismos: su tiempo, su credibilidad, su seguridad, incluso su vida.

El futuro, por tanto, no se decreta ni se predica: se encarna. En la vida pública mexicana abundan líderes que señalan, que quieren cambiar al otro… pero que no entregan nada de sí mismos. El resultado es una política estéril, incapaz de transformar realidades.

Dar de sí mismo significa arriesgarse, exponerse, renunciar a la comodidad de la crítica desde la barrera. Es invertir tiempo en el espacio público; es generar confianza con gestos y no solo con palabras. Es un principio que vale para la política, pero también para la vida ciudadana.

Hoy ante el espectáculo grotesco de la clase política urgen ejemplos vivos. Menos discursos que pretendan cambiar al otro y más hombres y mujeres capaces de dar algo propio —tiempo, talento, compromiso, incluso vulnerabilidad— para sembrar futuro.

Porque Morelia y México no cambiarán por lo que esperemos de los demás, sino por lo que estemos dispuestos a dar de nosotros mismos cada día. El futuro lo construye quien se entrega, no basta con señalar: hay que encarnar el cambio.

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