(Editorial por Enrique Álvarez)
La oposición al régimen del poder en México es una burla. Sabían que Andrés Manuel venía con todo y por todo, y no fueron capaces de siquiera hacerle sombra. Sabían que Claudia sería la sucesora de AMLO y pusieron a una candidata que ni las manos metió. Y hoy no se ve una pisca de organización para detener la ola guinda.
Y si te estás preguntando que hace esta columna hablando de política, no te lo cuestiones más. Ya terminé. Solo era para introducir el tema, porque como lo menciono en el título, igual que la oposición, así está la fiesta brava en México.
Antes de continuar quiero declarar que soy taurino hasta el tuétano y que hablaré en primera persona cuando hable de la fiesta porque soy parte del problema y deseo ser parte de la solución.
Llevamos varios años viendo como las corridas de toros pierden afición, y como las asociaciones protectoras de animales nos acechan y nos debilitan. Razones para perder afición hay muchos, y creo que, tristemente, muchas tienen su origen al interior de la tauromaquia. No presentamos toros con la edad, peso y trapío correspondientes, omitimos sorteos, cumplimos caprichos de las figuras, los jueces incumplen el reglamento, entre muchos otros factores.
A esto súmenle la fuerza que han tomado las asociaciones defensoras de animales, que actúan de forma políticamente correcta, pero que no tienen idea que no defienden nada y que terminarán siendo quienes acaben con una especie en lugar de protegerla.
El panorama es desolador y no hay un solo esbozo de organizarnos para detener la agonía de la fiesta brava. Al igual que esta columna que solo señala y nada propone, la tauromaquia está sumida en un letargo del que solo despertará (si no hacemos nada) para asistir a su funeral.