por: Alejandro Carrillo Lázaro
El pasado lunes en una vía pública en un país muy cercano al territorio mundialistas (solo cruzando el Golfo Pérsico) un hombre fue colgado por el gobierno iraní derivado de participar en las protestas que aquejan a aquel país (por la muerte ocasionada por la policía de la “moral” a la señorita Mahsa Amini, por portar de forma incorrecta el hiyab (velo)), tan solo 23 días después de haber sido detenido, sin defensa legal y sin ningún apego a los derechos humanos, el delito: enemistad con Dios.
Le suena absurdo, lo sé, un gobierno se atreve a definir a un Dios y a señalar quienes traicionan su amistad y de forma muy evidente llevarlos al encuentro con él ¿Cómo? Asesinándolos. Así es el fanatismo, este se define como la defensa apasionada y celo desmedido de una creencia. No importan las razones, este es inmune a ellas, no importan números, datos, inconsistencias, el fanático personaliza su fe, cuando la atacan se siente vulnerable y entonces ocurren las fracturas sociales, ahora imaginemos que ese fanatismo es llevado al Estado, entonces ocurren los hechos como el narrado en el primer párrafo de este texto. Irán está demasiado lejos de América ¿no? Es impensable creer que esa vehemencia pudiese reproducirse en nuestro continente, pero lamentablemente a los ojos de los que lo sufren, de los que se autocondicionan en el fanatismo no pueden advertirse en el fenómeno, no pueden ser conscientes de ser parte de esa degradación antidemocrática, antiliberal. En Estados Unidos hay gente que porta con orgullo el “make america great again” y se atrevió a asaltar la Casa Blanca por Donald Trump y su discurso antinmigrante o ampliamente nacionalista; Arizona ha alzado un muro con contenedores en la frontera con México porque creen de forma excesiva que sus males sociales tienen que ver con que los migrantes (necesitados de mejor calidad de vida en su mayoría) dañan su tejido social, detienen su crecimiento y desarrollo económico. En Venezuela un hombre (Nicolas Maduro) celebra 10 años de lealtad y amor al comandante Hugo Chávez ese que le habló en algún
momento después de fallecido al actual presidente a través de un pajarito. En Perú un individuo convertido en presidente pretendió un Golpe de Estado que termino por no tener respaldo en su país sino de presidentes externos como el mexicano que se atreve a largar la doctrina estrada (México no reconocerá ni desconocerá gobiernos solo tendrá la decisión de retirar o mantener comitivas en sus embajadas) para entrometerse en la vida interna de otro país y desconocer a la actual presidente del Perú. ¿Y México? Hoy también es parte de esta desbandada fanática, si le pareció absurdo que un Estado defina la enemistad con Dios, Imagino que entonces le debe parecer igual que un partido político haya estimado incluso puesto ante la fiscalía una denuncia contra diputados que no votaron una reforma constitucional por definirlo traidores a la patria. La misma patria que se define como DEMOCRATICA en su Constitución y por lo tanto exige debate, respeto y derecho a diferir. El Fanatismo es un mal que ataca directamente a la democracia, es inmune a la razón y hace sentir al ser humano que lo profesa como un redentor de la luz del líder carismático, del equipo de futbol, del partido político “es un honor estar con obrador” así se muestra no la exigencia al presidente sino la idea de que tiene permiso de hacer cuanto quiera porque me tiene, porque yo lo defiendo, porque si lo atacan me atacan. ESO Y DEFENDER LA ENEMISTAD CON DIOS ES LO MISMO.
Un partido político, un gobernante no es como nuestro equipo de futbol que nos apasiona (aunque también exigimos limites en ese apasionamiento, al final solo es un juego) a ellos se les exige, no se está hasta la muerte como diría Cuauhtémoc Blanco al recibir a AMLO en el Estado que gobierna. Este texto es uno que insiste en que la tarea de quienes analizamos la política es siempre la crítica (entendida de forma Kantiana), un presidente es un ser humano, no lo llevemos a la altura del ser perfecto, del que no comete errores, sino nos veremos a nosotros mismos como la bola de ineptos diputados que aprobaron el plan “b” de la reforma electoral sin leerla, solo porque lo dijo el señor de palacio y así se ufanaron de hacerlo.
El fanatismo es inmune a la razón, se puede ser de Morena, del PAN, de cualquier partido político y aun así respetar el derecho de los demás a opinar, reconocer errores y avanzar, al final este es un país de mexicanos no de partidos, no de equipos, no de religiones, de mexicanos.
Eppur si muove
smr 14:43