Héctor Enciso Carrillo
Las pasadas elecciones del 6 de junio, catalogadas como “Las más grandes en la historia de México”, han dejado saldos que evidencian una caída en las preferencias electorales de Morena, el partido gobernante a nivel nacional. Pero también evidencian que logró este partido conservar un mínimo de diputaciones federales para seguir manejando junto con los partidos aliados -por conservar la llamada “mayoría absoluta”-, la decisión sobre el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) y la posibilidad de reformar algunas leyes (no constitucionales), por lo menos en los siguientes tres años. Otro avance que presume el jefe del “morenismo” a nivel nacional, el presidente López Obrador es que su partido ganó 11 de las 15 gubernaturas que estuvieron en disputa en estas elecciones. Esas gubernaturas estaban en manos del PRI, lo cual refleja que el partido tricolor es de los partidos que más derrotas tuvieron y por tanto tuvieron un mayor desgaste.
Ante los resultados de estas elecciones es casi unánime la opinión de dirigentes partidistas, politólogos, analistas y periodistas, etc., de que “ganó la democracia” y se “fortaleció la democracia mexicana”. Sin embargo, en mi modesta opinión, amigo lector, en estas elecciones sólo se puede señalar que hubo dos avances significativos para la oposición a Morena. Veamos: 1º. Se logró que Morena ya no tendrá la mayoría calificada, que se logra con las dos terceras partes de votos de la Cámara de Diputados, lo cual -en teoría- ya no le permitirá a Morena aprobar cambios a la Constitución de la República, y no le permitirá nombrar al consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE) y tampoco podrá nombrar, sin esa mayoría, a los miembros de otros organismos autónomos, aun sumando la fuerza de sus partidos aliados (PT y PVEM). Estos avances son limitados, pues el mismo López Obrador señaló en su conferencia matutina del 8 de junio que: “Sacaremos las reformas constitucionales adelante con la ayuda de algunos diputados del PRI” (la suspicacia afloró en la prensa y connotados priistas inmediatamente se deslindaron de tal aseveración).
El 2º avance para la oposición en estas elecciones es que en la CDMX Morena perdió 8 alcaldías, quedando con sólo 6 y la alianza PRI-PAN-PRD tendrá ahora 10 alcaldías y tendrá mayoría en el congreso local de la CDMX, además de que Morena perdió en todos los municipios conurbados a la ciudad capital de la zona poniente del Estado de México, por lo que su principal bastión electoral y fuente de votos se redujo considerablemente. Además, Morena perdió, prácticamente en todas las capitales y ciudades grandes de los estados en donde compitió por las alcaldías ¿A qué se debe este descalabro morenista? Los analistas coinciden en que el partido Morena fue abandonado por millones de electores de clase media, los cuales se han fastidiado de la demagogia de López Obrador, lo cual se explica porque a este segmento de la población mexicana es más difícil comprar con despensas u otras bagatelas y en general sus integrantes no están contemplados en los programas electoreros de la “4ª Transformación”, por lo que al “morenismo” se le dificulta el control clientelar en este segmento poblacional, amén de que el nivel educativo de los que integran a las capas medias es más alto y sus posibilidades de visualizar la grave situación que está prevaleciendo en el país por las erróneas políticas económicas y sociales de la 4T, pero sobre todo porque las clases medias también han resentido una caída en sus niveles de bienestar. Hay descontento por el ahondamiento de la pobreza, el crecimiento del desempleo, hay una percepción de una mayor descomposición del país en cuanto a un aumento de la violencia, la inseguridad y el crecimiento del poder del crimen organizado.
Pero ¿Realmente triunfó la democracia en México? Si la respuesta es afirmativa entonces se impone otra pregunta obligada: ¿Cómo se beneficiará el pueblo trabajador de México con ese avance democrático tan aclamado por los dirigentes de los partidos, por los capitostes de la 4T, por los analistas y politólogos? ¿Habrá acaso un mejoramiento real en las condiciones económicas y sociales de las grandes masas trabajadoras en los siguientes años?
Estas elecciones han sido marcadas por el fraude electoral en una proporción que no se veía desde los años dorados del priismo hegemónico que prevaleció en México desde finales de los años treinta hasta los años noventa del siglo XX. Por todas partes del país surgen las protestas sobre la mapachería que instrumentaron desde las altas esferas del gobierno federal en alianza con los cacicazgos locales de varios estados y regiones del país. No solo fue la compra masiva de millones de votos, no sólo se utilizaron como no ocurría en décadas los programas sociales federales para condicionar el voto. También un recurso para coaccionar a los votantes de muchos lugares del país fue la utilización de los grupos de la delincuencia organizada, que no dudaron en recurrir a los asesinatos, secuestra o simplemente amenazar a los candidatos, a los líderes de comunidades u organizaciones y personas dedicadas a las campañas electorales. Las amenazas se realizaron también a muchas comunidades enteras para que votaran a favor de Morena. Al grado de que ya se habla de una “Elección de Estado”. Aparecieron, -como ocurre en los seres biológicos-, los atavismos que parecían ya superados por los avances democráticos en el país; aparecieron las “urnas embarazadas, apareció de nuevo el “turismo electoral” (grupos masivos de votantes que llegan de municipios distintos a votar en un municipio que no les corresponde; el carrusel (los mapaches llevan a votar a miles de personas en diferentes casillas sin que les corresponda), la compra anticipada del voto, la entrega de credenciales de elector a cambio de dinero, la intervención de las autoridades electorales estatales y federales que impidieron que fuesen los ciudadanos que dirigían las casillas los que contaran los votos y dieran la información verdadera sobre las actas de escrutinio. Apareció, en síntesis, la mano del gobierno para imponer a los ganadores de la contienda. Por eso no podemos festinar las elecciones como si hubiese sido un triunfo de la democracia. Morena y el gobierno de López Obrador planearon, orquestaron y ejecutaron un plan mapache gigantesco para ganar en la mayor parte del país.
Y el pueblo de México seguirá preguntándose ¿Para qué nos servirá todo ese gigantesco despliegue de publicidad, de recursos logísticos y humanos, si la situación de los parias de México seguirá igual o peor? Sí, seguirá igual o empeorará la miseria de millones de mexicanos; seguirá el desempleo que se ha agigantado en los últimos años, seguirán las carencias en atención en salud de la mayoría de mexicanos, seguirá la violencia y las muertes, los robos y secuestros impunes que afectan a cientos de miles de mexicanos, ¿triunfó la democracia o triunfó la regresión? Estamos en retroceso, pues la 4T es el regreso al viejo sistema de partido hegemónico que intenta aplastar la democracia, pero a diferencia del pasado este partido está agravando la situación del país en lo económico, en lo social y en lo político.