Maestro Jesús Sierra Arias
He buscado, sin encontrar, una explicación razonable al despliegue de eventos de los poderes y de los órganos autónomos del Estado ante el anuncio e implementación del Plan Michoacán en respuesta a la emergencia de seguridad en Uruapan.
Y cuando afirmo que no he encontrado explicación es porque aprecio un contrasentido entre el motivo u origen del denominado “Plan” y los eventos gubernamentales locales que lo celebran.
Si analizamos detenidamente el “Plan”, encontramos que éste no es otra cosa que una EVIDENTE reacción presidencial ante la INEFICACIA del gobierno michoacano; luego entonces en esencia significa, en lo institucional, un remedio emergente para un daño causado por indolencia y desatención.
En lo político, el “Plan” se traduce en un reproche expreso de la presidenta a un novel gobernante que en lugar de empeñarse en cumplir sus tareas se ha entregado a asuntos menos espinosos y más lucidores.
Cualquier con la más elemental sensatez y dignidad hubiera asumido el “Plan” como una corrección a la plana mal hecha, sin celebraciones, sin actitudes festivas o triunfalistas. La actitud jocosa no cabe en momentos de luto.
Hoy en Michoacán no hay, como cantan los corifeos gubernamentales, “… una oportunidad para fortalecer la confianza ciudadana”.
Lo que sí hay es inconformidad; hay hartazgo; hay demanda por atención; hay desconfianza.
La oportunidad ya se les pasó. Eso hasta la presidenta lo entendió, por eso les enmendó la plana. Eso en lugar de ser motivo de festejo debería ser motivo de vergüenza, aunque quizá esto sea mucho pedir.
Indigna el papel de los poderes legislativo y judicial, así como de los órganos autónomos que replican el argumento triunfalista oficial sin darse su lugar, actuando más como comparsa que como contrapeso.
Su cometido es escenográfico que más que acompañar, solo aderezan los anuncios del “Plan”, organizados a toda prisa que intentan detener la caída en la legitimidad del Ejecutivo en turno, por lo cual comparten el mismo destino. Qué más da, al fin son todos miembros del mismo club.
Contrasta el trato que le dan al gobernador en la calle con el que le prodigan los servidores públicos en eventos oficiales, producto más de la quincena que del aprecio.
En los últimos tiempos muchos servidores públicos han perdido la dignidad y, a cambio se han ganado un privilegiado lugar en el teatro público como elementos de utilería.
Bien decía Don Jesús Reyes Heroles: En política, como en el teatro, la escenografía también se vale.
Al estilo de cualquier acto proselitista, los jueces hoy son acarreados para mostrar el músculo jurisdiccional. Si los jueces que hasta antes de la reforma eran junto con los integrantes del supremo tribunal de justicia y del consejo, depositarios del ejercicio del Poder Judicial, hoy, son simples empleados de la secretaría de justicia michoacana, por virtud del artículo 67 de la Constitución Política del Estado, que con motivo de la reforma del 13 de noviembre de 2024, hoy ya no ostentan esa calidad constitucional. Ahora son empleados, ya no depositarios del poder judicial.
Hay que se muy cara dura para pasar por alto la realidad y seguir construyendo una narrativa triunfalista arrastrando a todos los empleados públicos del Estado a servir de comparsas.
El “Plan” no es plan. El apoyo no es apoyo, es corrección, es regaño. Ahora leo en las noticias que legisladores y otros servidores públicos convocan a apoyar a la presidenta cuando ella no es la que está haciendo olas en Michoacán.
Ojalá los empleados públicos trabajaran más y discursaran menos. Si eso hicieran habría menos problemas y más reconocimiento.
Hoy no deberían pedir apoyo, no deberían pedir respaldo.
No deberían pedir lo que no dan.
GD
