Durante décadas, el lado oculto de la Luna fue un misterio inalcanzable para la astronomía. Esta mitad del satélite, siempre invisible desde la Tierra, acaba de revelar un dato sorprendente: su interior es hasta 100 °C más frío que el de la cara que vemos.
El hallazgo, publicado en Nature Geoscience, fue posible gracias al análisis de muestras recolectadas en 2023 por una misión china en un cráter del hemisferio oculto. Se trata del primer registro directo que demuestra una asimetría térmica profunda entre ambos lados del satélite natural.
Los fragmentos, con unos 2.800 millones de años de antigüedad, fueron estudiados mediante avanzadas técnicas químicas y térmicas. Los resultados muestran que la lava del lado oculto se solidificó a unos 1.100 °C, mientras que la del hemisferio visible lo hizo a temperaturas superiores, revelando que las diferencias térmicas no se limitan a la superficie, sino que se extienden hasta el núcleo lunar.
Esta asimetría confirma que la Luna es un cuerpo de dos mitades contrastantes: una más cálida, lisa y cubierta de mares basálticos, y otra más fría, montañosa y antigua.
Por qué la cara oculta es más fría
El origen de esta diferencia podría estar en la distribución desigual de elementos radiactivos como el uranio, el torio y el potasio, que generan calor al desintegrarse. Los análisis indican que estos elementos son menos abundantes en la cara oculta, lo que explicaría las temperaturas más bajas y la falta de actividad volcánica reciente.
A su vez, la corteza más gruesa y montañosa del hemisferio oculto habría actuado como una barrera térmica, limitando la liberación de calor interno. Este desequilibrio geológico habría influido en la evolución de ambos lados, creando paisajes completamente distintos y afectando la formación de los mares lunares visibles desde la Tierra.
Algunos modelos plantean que este contraste se originó tras un impacto colosal en los primeros millones de años del satélite, que redistribuyó los materiales radiactivos hacia el lado visible. Otros sugieren que la gravitación terrestre también contribuyó a mantener más caliente la cara orientada hacia el planeta.
Para qué sirven estas investigaciones
Estudios como este no solo amplían el conocimiento sobre el origen y evolución de la Luna, sino que ofrecen claves esenciales para comprender la historia térmica de otros cuerpos planetarios. Analizar sus diferencias internas permite reconstruir procesos de enfriamiento, impactos y actividad volcánica que marcaron el inicio del Sistema Solar.
Además, estos hallazgos son vitales para la exploración espacial futura. Conocer las variaciones térmicas y químicas del subsuelo lunar puede facilitar la elección de zonas seguras para instalar bases, obtener recursos y planificar misiones tripuladas de larga duración.
También aportan datos valiosos para estudiar la geodinámica terrestre, ya que la Luna conserva en su estructura huellas del impacto que dio origen al sistema Tierra-Luna. Cada nueva muestra analizada ayuda a descifrar cómo evolucionaron los planetas y qué factores determinan su habitabilidad.
En conjunto, la investigación reafirma que, incluso después de medio siglo de exploración lunar, el satélite sigue guardando secretos que pueden cambiar la visión del cosmos y del propio planeta.
GD
