El consumo continuado de alcohol, incluso en cantidades que muchos consideran moderadas, puede adelantar en más de una década la aparición de un ictus hemorrágico y aumentar significativamente su gravedad. Un nuevo estudio, realizado en el Massachusetts General Hospital y publicado en la revista Neurology, ha cuantificado esta relación, demostrando que quienes beben de forma habitual tres o más bebidas alcohólicas al día sufren esta lesión a los 64 años de media, frente a los 75 años de los no bebedores o bebedores ocasionales. Esta diferencia crítica se traduce en 11 años de vida saludable perdidos.
El trabajo analizó los datos de 1.600 pacientes atendidos durante 16 años, de los cuales un 7% consumía al menos tres bebidas alcohólicas diarias. El valor de este estudio radica en su análisis sistemático y la buena recolección de datos, según el neurólogo José Manuel Moltó, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Moltó señala que tres unidades diarias no es una cantidad que “mucha gente no percibe como alto,” lo que subraya el riesgo asociado a consumos que parecen inofensivos.
Más allá de la precocidad, el alcohol también vuelve la hemorragia más voluminosa (un 70% mayor). Los bebedores habituales tenían casi el doble de probabilidades de que la lesión afectara a zonas profundas del cerebro, lo que conlleva secuelas más severas. El alcohol consumido de forma continuada afecta a pequeños vasos sanguíneos cerebrales, debilitándolos y haciéndolos vulnerables a roturas. La resonancia magnética mostró que los grandes bebedores tenían más lesiones en la sustancia blanca, fundamental para la comunicación entre distintas regiones del cerebro. El riesgo aumenta drásticamente si a esas copas se le añade cocaína, lo que Moltó describe como el “combo mágico”.
A diferencia del ictus isquémico (por obstrucción), el ictus hemorrágico ocurre cuando un vaso se rompe. Su pronóstico es generalmente peor, ya que los tratamientos para revertir la lesión son limitados, y el aumento de presión intracraneal en la fase aguda puede ser crítico. El especialista advierte que, una vez que ya existen lesiones cerebrales, el riesgo se mantiene aunque se abandone el consumo, similar a lo que ocurre con la cirrosis. Por ello, el mensaje de prevención es tajante: “Lo mejor es no empezar o mantener consumos muy bajos de forma habitual”.
GD
