Muere James Watson, el Nobel que descubrió la doble hélice del ADN

Acababa de cumplir 34 años cuando su nombre apareció en uno de los listados más importantes de la ciencia: el Nobel de medicina. Desde entonces ha pasado a la historia como uno de los investigadores clave del siglo XX, tanto por el descubrimiento de la estructura del ADN como por su liderazgo del Proyecto Genoma Humano (1988-1992). Esta semana, a la edad de 97 años, el biofísico estadounidense James D. Watson ha fallecido en un centro sanitario de Nueva York por causas que no han trascendido, según ha confirmado su hijo al New York Times.

Watson, que nació el 6 de abril de 1928 en Chicago, fue un niño superdotado. Entró en la Universidad de Chicago a los 15 años, en un programa para estudiantes con talento excepcional, y estudió zoología. Posteriormente, se doctoró en genética en la Universidad Indiana, y en 1951 se trasladó al Reino Unido para trabajar en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, donde conoció al biólogo y profesor universitario británico Francis Crick.

En ese momento y en aquel laboratorio empezó la colaboración que les llevó, a ambos, a descodificar el ADN, el modelo genético de la vida. Sólo dos años después de aliarse, Crick y Watson publicaron un artículo en la revista Nature planteando que el ácido desoxiribonucleico tiene una estructura de doble hélice. Es decir, que está formado por dos cadenas que se enrollan en torno a un eje común formando una escalera retorcida.

Este hallazgo ha supuesto un hito fundamental en biología molecular, ya que proponía por primera vez cómo la información genética se copia y se transmite de una generación a otra. El jurado del Nobel de medicina distinguió a los dos investigadores por este descubrimiento en 1962 “por sus descubrimientos referidos a la estructura molecular de los ácidos nucleicos y el significado para la transferencia de información en la materia viva”.

Un legado polémico
A lo largo de su vida, Watson fue miembro del cuerpo docente de la Universidad Harvard (1956-1976) e impulsó allí el programa de biología molecular. De hecho, modificó de arriba abajo el currículum para incluir el ADN, el ARN y la síntesis de proteínas. En paralelo, en 1968 fue nombrado director del Cold Spring Harbor Laboratory (CSHL) y convirtió a este pequeño centro de investigación en un epicentro mundial de la genética.

Su contribución al conocimiento del material genético marcó un antes y un después en la biología moderna, pero su trayectoria también quedó empañada por controversias y comentarios polémicos. Como docente, era temido por su estilo directo y competitivo, y su personalidad era tan brillante como provocadora. En sus últimos años de vida, Watson hizo declaraciones polémicas contra el género, homófobas y racistas, que provocaron la condena prácticamente universal del mundo académico.

Por ejemplo, en 2019 afirmó que “hay una diferencia media entre blancos y negros en las pruebas de coeficiente intelectual” y que esta diferencia es “genética”. A raíz de este escándalo, perdió varios títulos honorarios y la comunidad científica se apresuró a aclarar que las diferencias entre grupos humanos a escala genética son mínimas, ya que más del 99,9% del genoma es compartido por todos los seres humanos, y que el rendimiento intelectual está mucho más relacionado con factores sociales, económicos y educativos.

En el 2014, Watson sorprendió al mundo cuando subastó su medalla Nobel por 4,1 millones de dólares, lo que le convirtió en el primer galardonado vivo en hacerlo. Parte del dinero lo dio a instituciones científicas. Cinco años después, sufrió un accidente automovilístico que le causaron lesiones cerebrales y se retiró por completo de la vida pública.

GD

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