Las personas adultas mayores también experimentan violencia sexual en contextos de crisis humanitaria, y son las mujeres en este grupo de edad las más propensas a ser elegidas como blanco por perpetradores armados. Además, las discapacidades agravan el riesgo de vivir este tipo de agresiones, de acuerdo con un estudio presentado durante los Días Científicos de Médicos sin Fronteras.
El análisis, conducido por la asesora en epidemiología Elburg van Boetzelaer, se basa en una retrospectiva de 2019 a 2024, a partir del creciente envejecimiento de poblaciones mayores en contextos de crisis humanitaria, así como la limitada evidencia sobre la prevalencia, patrones y tipos de violencia sexual contra personas adultas mayores, considerando a quienes superan los 50 años de edad.
El objetivo fue detectar y describir las diferencias en las agresiones entre jóvenes adultos y adultos mayores, considerando también otras intersecciones, como el sexo, el estatus de desplazamiento, la discapacidad y la región. La información al respecto fue recolectada a través de los servicios de Médicos sin Fronteras en 11 países.
Dado que las personas sobrevivientes de abuso sexual en el rango de 20 a 49 años de edad son la mayoría —representan el 95.2 %—, las mil 700 personas —4.8 %— que superan los 50 años y también lo han vivido, así como las circunstancias en las que lo enfrentan, son prácticamente invisibilizadas.
Por ejemplo, comparadas con las mujeres jóvenes sobrevivientes de violencia sexual, las mujeres mayores la reportan con más frecuencia durante ataques armados y es ejercida por grupos armados o durante la colecta de comida o madera. En contraste, a diferencia de las víctimas más jóvenes, las mayores la reportaron con menos frecuencia por parte de sus parejas.
En el caso de los hombres, en comparación con los más jóvenes, los mayores dijeron haber vivido con mayor habitualidad formas de violencia sexual distintas a la violación, así como perpetradas por una mujer. El estudio encontró que los patrones en las características de las agresiones sexuales resultaron similares en el África subsahariana, América Latina y el Caribe.
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Las mujeres mayores reportan con mayor frecuencia, en el caso de la primera región, haber sido agredidas mientras trabajaban en campos, en la colecta de madera o la búsqueda de comida, y por perpetradores pertenecientes a grupos no civiles. En tanto, en Latinoamérica y el Caribe se registraron comúnmente dentro del hogar o perpetradas por grupos criminales.
En cambio, comparadas con mujeres de su mismo grupo de edad sin discapacidades, las mujeres mayores que viven con alguna discapacidad señalaron, de forma más frecuente, que han vivido agresiones por parte de una pareja o de forma repetida en más alta proporción. En tanto, las mayores desplazadas –en comparación con las que no lo están— reportaron más agresiones por un solo perpetrador, por un familiar o miembro de su hogar diferente a su pareja, además de violencia física asociada a la agresión sexual.
Los datos recabados por el estudio, de acuerdo con los investigadores, representan una larga muestra de sobrevivientes de violencia sexual en muy diversos contextos y se desprenden de un análisis detallado de las características de la agresión con perspectiva interseccional, con lo que fue posible identificar determinados patrones entre víctimas adultas mayores, un grupo raramente estudiado cuando se trata de este tipo de violencia.
Sin embargo, se requiere mayor profundidad y especificidad para estudiar la problemática, pues para los datos obtenidos se enfrentó al mismo tiempo la necesidad de que existan estudios contextuales más específicos, dada la variación de patrones de violencia sexual en diferentes regiones y circunstancias. Además, se requiere de más información cualitativa para entender los riesgos particulares asocidados a cada contexto.
El estudio solo contempla a sobrevivientes que tuvieron acceso a los servicios de Médicos sin Fronteras, por lo que puede existir una subrepresentación de grupos que tienen barreras de acceso, y por lo tanto, tampoco provee prevalencias o estimados que representen a la población en general.
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Ante ello, el estudio enfatiza la necesidad de visibilizar la violencia sexual que viven adultos mayores, y lo expuestos que están durante crisis humanitarias, con independencia de su género, condición de desplazamiento o discapacidad. Las personas mayores que sobrevivieron a ella, apuntan, y tuvieron acceso a servicios de atención o cuidado reportaron con mayor frecuencia agresiones que involucran a múltiples perpetradores armados, aunque quienes viven con discapacidad experimentan mayor propensión a violencia sexual por parte de sus propias parejas.
Es necesario que los programas humanitarios valoren si cuentan con acciones de prevención, apoyo y servicio apropiados para adultos mayores, y mujeres mayores en específico. Para ello es indispensable capacitar a los prestadores de servicios de salud respecto a la ocurrencia y características de este tipo de violencia hacia la población mayor, con miras a que ese aspecto sea tomado en cuenta en la respuesta a crisis humanitarias.
Violencia sexual, migración y planes de asilo
Además de la violencia que enfrentan las personas mayores en contextos de crisis humanitaria, las principales causas de migración son la inestabilidad política, la pobreza y la violencia, agravadas por las cambiantes tendencias migratorias. Las condiciones durante la ruta se vuelven aún más adversas por el creciente número de personas migrantes y por las políticas implementadas para contenerlas.
La violencia sexual y de género no son solo una de las principales motivaciones para migrar. Algunas personas terminan enfrentando violencia sexual exacerbada en su ruta, sin que hasta ahora haya respuestas integrales al vínculo entre migración y este tipo de agresiones, recuerda Médicos sin Fronteras.
Derivado de un análisis de encuestas individuales y comprehensivas en distintos puntos de la ruta migratoria en Honduras, Guatemala y México, la organización detectó que una proporción mayor de personas LGBTIQ+ reportaron haber experimentado violencia sexual, y una ligera mayoría (52.5%) reportó que el abuso ocurrió antes del viaje.
El 43.8 % señaló haber experimentado alguna otra violencia durante el viaje, además de la sexual. En tanto, los principales perpetradores, según los registros de Médicos sin Fronteras, fueron las fuerzas de seguridad y las organizaciones criminales.
Respecto de la respuesta ante la violencia sexual, solo 22.2 % buscó atención médica y 31.2 % atención psicológica. La mayoría la recibió. Aquellas personas que no buscaron atención señalaron que el miedo o el requisito de denuncia fueron los motivos principales para no hacerlo.
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Por otro lado, 14.5 % de todas las personas participantes en la encuesta planeaban solicitar asilo. De ellas, 66.8 % sufrieron algún tipo de violencia, por lo que la organización afirma que la intención de buscar asilo está directamente relacionada con mayores riesgos que experimentan las personas. Por ejemplo, 36.5 % reportó haber sido extorsionada durante la ruta y a 22.7 % le fueron destruidos sus documentos. El 20.3 % de las personas que reportaron violencia sexual planeaban solicitar asilo.
El estudio, aclara Médicos sin Fronteras, no busca proveer datos precisos sobre prevalencia, sino describir experiencias y necesidades interconectadas. La violencia sexual y la intención de buscar asilo coexisten en el mismo contexto humanitario, recuerda la organización. Los resultados muestran que las personas viven múltiples tipos de violencia que incrementan su vulnerabilidad, enfatizan, mientras que aclaran que es probable que haya un subreporte asociado a miedo, desconfianza de las autoridades, normalización de la violencia y el modo supervivencia.
JZ