“Obedecer a la Ley, no a los Hombres”

“El hombre es libre si tan solo debe obedecer a la ley y no a las personas”, escribió Voltaire. En México, esa frase sigue siendo un desafío pendiente. Aquí la ley no siempre manda: mandan los caudillos, los compadres, los grupos, los intereses. Manda quien grita más fuerte o quien reparte favores. Y mientras eso ocurra, la libertad será una ilusión.

Vivimos en un país donde el poder se personaliza: el gobernante dicta moral, interpreta justicia, y decide a quién aplicar el reglamento y a quién no. La ley se convierte en herramienta de unos y obstáculo para otros. No es el Estado de Derecho el que da sentido a la convivencia, sino la voluntad del poderoso de turno.

Por eso, cuando un policía aplica la norma sin mirar a quién, lo acusan de “exceso”; cuando un juez decide sin consigna, lo tildan de “rebelde”. En México no incomoda el abuso, sino el orden. No asusta el delito, sino la ley que se atreve a ser pareja.

Voltaire sabía que la libertad no se conquista con discursos, sino con límites. Ser libre no es hacer lo que se quiere, sino saber que nadie —ni el poderoso, ni el influyente— puede estar por encima de la norma.

Si México quiere ser un país libre, debe romper su viejo pacto con la simulación. Necesitamos menos obediencia a personas y más respeto a instituciones; menos consigna y más legalidad. Mientras la ley siga siendo “negociable”, seguiremos siendo súbditos de las circunstancias, no ciudadanos de una República.

Porque un país donde la ley obedece al hombre deja de ser una democracia, y se convierte —como bien temía Voltaire— en el reino de los privilegios.

Hoy es imperativo que los servidores públicos se sometan a la ley, no que la usen como escudo. El nuevo liderazgo no será del que manda, sino del que se deja mandar por la norma. Porque gobernar en libertad es gobernar con límites.

Alejandro González Cussi

JZ

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