por :Alejandro Carrillo Lázaro
Desde sentar en el extremo del presídium a los representantes del Poder Legislativo y del Poder Judicial, así como la decisión de la nueva presidenta de la Corte de no ponerse de pie y aplaudir la entrada del representante del Poder Ejecutivo al Teatro de la República en Querétaro para celebrar los 106 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, parece solo cuestión de formas, decisiones simples y sin repercusión alguna, pero en política no existen casualidades, ni muchos menos decisiones basadas en la simpleza. El contrato social que define por un lado los límites del poder político así como su fundación, sus atribuciones, sus divisiones y su organización a través de diversas instituciones con el único propósito de satisfacer el Bien Público; y por otro lado manifiesta los derechos humanos que tenemos todos los Mexicanos y los cuales deben ser respetados y promovidos por el poder es la Constitución Política. No solo es la Ley (marco referencial para todo quehacer jurídico en nuestro país), es el pacto que se ha construido desde los mexicanos para nosotros mismos. Ser una federación, constituirnos bajo una democracia y definirnos como una república solo podría ser debajo de un manto constitucional que erige las columnas vertebrales de una nación soberana e independiente. Sin embargo parece que la clase (sin clase) política no lo entiende, han manchado el recinto donde se instalara el Congreso Constituyente en 1916 que diera paso al documento que le diera vida al México postrevolucionario y que configurara una cantidad de garantías sociales que a la postre seria la vanguardia con la que se consignara una nueva condición humana de las y los mexicanos, lo han manchado de intereses y oportunidades, se les olvida a los representantes de los poderes que lo que les da personalidad es la constitución y que su lugar es juntos, lado a lado, les guste o no a los personajes. Pues el poder que ellos ostentan no es algo que se han ganado, es la representación del poder soberano que reside esencialmente en el pueblo. Ahí el encargado del protocolo que parece ser más bien alguien a quien el presidente le dio la orden de sentarlos así tiene una garrafal falta de respeto, reitero, no a los individuos sino a la institución política que representan. El segundo tema son los honores que aun dejan de manifiesto que no hemos logrado dejar de lado la idea del Presidente Todo Poderoso, el que debe ser recibido de pie y con aplausos. Esa parafernalia digna de Dioses y Reyes definen el arquetipo del liderazgo mesiánico que al mexicano le ha hecho mucho daño desde nuestros inicios y bien se constata en el presidencialismo mexicano de Jorge Carpizo: En México el culpable o el héroe de nuestra vida y su desarrollo es quien ocupa la silla presidencial a esa persona los aplausos o los chiflidos, no hay de otra. Y la moraleja es simple: mientras sigamos aplaudiendo de pie al presidente o repudiándolo seguiremos otorgándole a esa persona la responsabilidad de definir nuestra vida como le plazca. Esto no lo escribo para definir como “buena” la acción de la Presidente de la Corte al quedarse sentada y no aplaudir, como lo dije en política es fondo y tal parece que lo que pretende demostrar la ministra es la ruptura con el ejecutivo (no así en su discurso donde exigió respeto a los jueces). Imaginen que el día en que se celebra la unión de los mexicanos y mexicanas a través de nuestra constitución, los poderes están alejados unos de otros, los gobernadores se ciegan ante el implacable Poder Ejecutivo y el teatro de la república de Querétaro que 106 años atrás se enaltecía hoy ES TESTIGO de la indolencia, la insolencia y la ignorancia de nuestro gobierno (prefiero decir ignorancia, porque si no es ignorancia entonces es maldad la que los mueve a actuar como lo hacen). Eppur si muove
smr 11:43